Provence-Alpes-Côte d'Azur (VI): Luberon (III): Goult

martes, 29 de enero de 2019


Goult tal vez no sea el pueblo más conocido de Luberon. Al menos el día que fui no había casi nadie mientras que en el más famoso Gordes, costaba caminar por las calles más concurridas.

Así que si vuestra idea es conocer un típico pueblo de Luberon Goult tal vez sea uno de los sitios que deberías visitar.

Goult tiene un casco urbano compuesto por casas con la típica arquitectura provenzal. Casas buenas, grandes, de piedras rojizas y que raras veces superan las tres plantas de altura. Las fachadas con elementos vegetales, tan típicas de la zona mediterránea, también están presentes.

Como tantos otros sitios de Luberon Goult ha estado habitado desde la prehistoria, tal como atestiguan los numerosos restos hallados en su término municipal. También hay evidencias de que Goult ocupa el sitio de una antigua villa romana en tiempos del Imperio. Una de las curiosidades de Goult es que hay una cuba rupestre en la que se elaboraba el vino. No sé decir de qué tiempo data, pero bien podría ser de esta época.


Tras la caída del mismo corrió la misma suerte que Gordes y señores feudales señorearon la villa. Fue en esta época cuando se construyó el templo de Saint Michel, situado en la parte alta del parque de Nôtre Dame de Lumières y cuyo edificio actual es fruto de unas desafortunadas restauraciones.

Hacia el siglo XII y con intervención del Rey de Aragón, potencia dominante en la región, el condado al que pertenecía Goult se unió mediante matrimonio al de la Provenza. En esta misma época se construyó la iglesia local, la de Saint Pierre.


El siglo siguiente vería que el señor de Les Baux lo sería también de Goult y se implantaría una potente industria cristalera que el conde Renato, futuro Renato I de Nápoles, protegió dada su calidad.

Las Guerras de Religión también hicieron sufrir a Goult, que conoció numerosos combates durante aquellos tiempos. Paul de Sade y su superior, el inquisidor Jean de Roma, se ganaron fama de carniceros en sus esfuerzos por reprimir a los protestantes de la región


Aunque no hay un gran monumento que destaque  hay muchas pequeñas cosas para ver, como el castillo de Goult cuyo interior, hasta donde sé, no es visitable. Tampoco queda gran cosa del edificio medieval ya que fue reformado en numerosas ocasiones. Actualmente se dedica a la hostelería, pero creo que su precio, entre 6500 a 10000 euros/semana según su web, se queda fuera de nuestras posibilidades. Jugar a sentirse rey es caro.

Hay otras cosas mucho más baratas que visitar, como el Molino de viento de Jerusalén, en la parte alta de Goult y que tiene grandes vistas sobre el valle de Calavon, o lo que queda de las murallas de la ciudad.


 

En las cercanías hay otros lugares de interés como la capilla románica de Saint Véran, Lumières, que es un santuario y lugar de peregrinación para los habitantes de la zona o el Dólmen de L'Ubac.

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Provence-Alpes-Côte d'Azur (V): Luberon (II): Roussillon

domingo, 27 de enero de 2019

 

Alguna vez he mencionado que tal o cual pueblo está en la asociación de "Los Pueblos Más Bonitos de España". Esta asociación está inspirada en otra francesa que agrupa a los pueblos más bonitos de Francia.

Revisando mi lista de sitios vistos en Francia he visitado un puñado de ellos, incluso sin saber de esta asociación. La Flotte y Ars, en Île de Ré. Navarrenx (que es bonito, pero no creo que vaya a escribir un post sobre él porque tampoco es nada del otro mundo), Saint-Jean-Pied-De-Port, Villefranche-de-Conflent (que ya veremos), Les-Baux-de-Provence, Gordes y Ménerbes (por donde pasé pero no me detuve mucho rato porque iba mal de tiempo)

 

Pues bien, hoy vamos a ver otro de esos pueblos, y para mí el que más me gusta de todos los visitados: Roussillon.

Roussillon es un pueblo que de por sí ya merece una visita. Uno de esos pequeños pueblos de la Provenza que se han construido en el Macizo de Luberon, un poco al estilo de Gordes o Goult. Las casas, de un vistoso color rojizo, serpentean por las laderas de la colina donde se asentaba el castillo y donde hay algún mirador sobre la comarca circundante.

 

Hay varias iglesias, alguna bastante modesta, siempre con el omnipresente color rojizo. Hay varios párkings y, al menos los que vi, eran de pago y evitan de esta manera el paso de coches por el casco urbano que es, esencialmente y salvo por muy pocos vehículos de los vecinos, una preciosa zona peatonal jalonada de terrazas, restaurantes y las inevitables tiendas de souvenirs.

 

Pero Roussillon no es conocida por esto. Roussillon es conocida por la industria del ocre que se desarrolló aquí a partir de finales siglo XVIII y floreció hasta 1930 en que conoció un fin abrupto para preservar el lugar, cuya degradación era ya preocupante.

Las tierras que rodean Roussillon son ricas en hierro y sus óxidos han coloreado el suelo con diferentes tonalidades desde el casi blanco hasta el granate y marrón, pasando por vistosos rojos que son el origen del colorido de los edificios del pueblo. No es la única de las villas de la zona que explotaron el ocre, pero es quizás la más importante.

 

Las necesidades de hierro para la naciente revolución industrial y las necesidad de colorantes para el textil significaron la intensificación de la explotación de esta riqueza natural. Canteras y fábricas se abrieron en los alrededores de la villa y dieron trabajo a sus habitantes durante más de un siglo. Tanta era la pujanza de este negocio que prosperó incluso en el complicado entorno social de la Revolución Francesa y el Imperio bonapartista.

 

El sendero de los ocres


Para conocer esta parte de la historia de Roussillon se habilitó el llamado "Sendero de los ocres" (Sentier des ocres), que a lo largo de un recorrido acotado y señalizado te permite recorrer las canteras más cercanas a Roussillon. Es bastante impresionante y si váis a visitarlo espero que elijáis un día con sol. A mi me nubló nada más llegar y apenas pude disfrutar de unos minutos de color vivo y brillante antes de que se apagase.


Se accede al Sendero de los Ocres por la parte oriental de la villa y hay un párking (de pago) relativamente cerca. La entrada al sendero también es de pago, aunque no la recuerdo excesivamente cara. La variedad de los colores de la tierra, el contraste con las zonas cubiertas de pino y aquellas de descampado son un festival para la vista. En el sendero hay sitios para descansar y recrearse y tramos de senda realmente hermosos.

 

Eso sí, llevad ropa y calzado que se pueda manchar: el polvo de las canteras, suelto y desplazado por el viento y por los pies de miles de tristas os va a hacer llegar al final con un cierto tono rojizo. Lo impregna todo: desde las señales y los asientos hasta las hojas de los propios pinos

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Provence-Alpes-Côte d'Azur (IV): Luberon (I): Gordes y la Abadía de Senanque

domingo, 9 de diciembre de 2018

 

La santísima trinidad que forman Avignon, Arlès y Nîmes puede arrojar un poco de sombra sobre las maravillas que hay en las cercanías.

Y una de las maravillas más maravillosas es la pequeña y par mi desconocida (hasta que fui por allí) región de Luberon. Aunque hay que decir que no "tan" desconocida. Si os acordáis de una película de hace unos años titulada "Un buen año", fue rodada y está ambientada en este lugar, basada en un libro que tuvo cierta fama en Reino Unido.


Luberon es un pequeño macizo (en realidad tres cadenas montañosas que confluyen aquí) trufado de paisajes excepcionales y de pequeños pueblos de esos que salen en las películas románticas y que, quizá, asociamos más a Italia.

Tal vez esto último sea debido al intenso sustrato romano que ya hemos visto en los artículos de Nîmes o Arlès, pero lo cierto es que en mi instagram hice una encuesta y la mayor parte de la gente pensaba que el pueblo que vamos a conocer hoy, Gordes, estaba en Italia.


Gordes es un pueblo monumental. Construído en la ladera de una montaña recuerda un poco a Les Baux de Provence, pero diría que Gordes es más espectacular. De hecho, hay quien lo considera como uno de los pueblos más bonitos de Francia y es el más visitado de toda la región.

Aviso que para aparcar es complicado. Hay algún parking de pago y para encontrar uno que no lo sea hay que seguir por la carretera que va a la Abadía de Senanque (ver mapa) y luego caminar un buen trecho. En otros pueblos en los que estuve no tuve estos problemas pero, como siempre, con Google Maps y un poco de preparación se puede aparcar gratis hasta en Andorra.


El nombre del pueblo procede de una tribu prerromana, los vordenses, que construyeron un enclave defensivo para otra población, la actual Cavaillon (que no conozco). Su carácter de bastión se mantuvo a lo largo de la historia y la familia D'Agoult, señores de Luberon, construyeron en el pueblo una serie de fortificaciones que con el tiempo y las reformas son el origen del castillo actual. Su fortaleza era tan fuerte que durante las Guerras de Religión resistió el asedio con éxito.

Durante la Segunda Guerra Mundial Luberon fue un importante foco de la Resistencia y durante la evacuación de los alemanes los habitantes fueron represaliados y varias casas demolidas en un intento de frenar a los Aliados.

 

Como en muchos pueblos lo suyo no es tanto ver "algo" como simplemente dejarse ir por las calles, aunque hay algunas cosillas que os puede gustar visitar, como el castillo (aunque ha sido reconstruido tantas veces que no tiene pinta de castillo) o la iglesia

Por desgracia no preparé lo suficientemente bien este viaje y me perdí otros sitios interesantes en las cercanías como Bories, un pueblo típico de pastores de Apt, con cabañas de piedras apiladas (buscad fotos y llamadme borrico) o las bodegas subterráneas del Palais Saint Firmin, excavadas en la roca.

Abadía de Senanque


Lo que sí visité fue la Abadía de Senanque. Aviso que hay que dar un rodeo tremendo para llegar a ella porque la carretera, al menos en época turística, es de un solo sentido en parte del recorrido, lo que en la práctica te obliga a hacer un largo desvío para hacer unos míseros 4 kms.

Senanque es una Abadía cisterciense que ha conocido una historia bastante turbulenta, con varias expulsiones de los monjes. Aunque parece un edificio antiguo su comunidad monacal vive ahí desde una época tan reciente como 1988, aunque el monasterio primitivo fue fundado allá por el siglo XII.


Esta primera etapa termina abruptamente durante las Guerras de Religión, con la destrucción de la abadía y el ahorcamiento de sus monjes y no sería hasta el siglo XIX, y sólo durante unas décadas, fue nuevamente ocupado.

Hoy en día es visitado por sus campos de lavanda. En los que están frente al monasterio, fuera del recinto y al lado del parking es complicado hacer fotos por la enorme cantidad de turistas que hay allí. Me llamó la atención la cantidad de orientales que visitan esta pequeña abadía



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Provence-Alpes-Côte d'Azur (III): Les Baux de Provence

domingo, 2 de diciembre de 2018

No hay muchas ciudades en el mundo que puedan presumir de dar nombre a un tipo de rocas. Pues hay una en Francia que sí puede hacerlo: la villa de Les Baux de Provence.

 

En el artículo anterior habíamos hablado de los Alpilles, de donde salía el agua que alimentaba a los molinos de Barbegal. Les Baux de Provence es una de las varias comunas en las que se divide este macizo y debido a las rocas que existen cerca de su capital da nombre a la bauxita. ¿Os suena, verdad? Es un mineral aluminoso que fue explotado por primera vez en esta comuna.

Pero no me acerqué hasta Les Baux de Provence para estudiar geología o hablar de piedras. De hecho, lo de la bauxita fue una pequeña sorpresa que descubrí mientras preparaba este post. Mi interés era el pueblo en sí, una villa medieval con buenas vistas y una arquitectura tradicional estupendamente bien conservada.

 

Una de las cosas que molan de Les Baux de Provence es que hay aparcamientos gratuitos (¡y polvorientos!) para visitar la villa, que en un sitio tan sumamente complicado orográficamente y donde hay tan poco espacio disponible, se agradece especialmente.

La villa en sí está coronada por los restos de lo que un día fue un gran castillo. De hecho, la capacidad de defensa de este territorio atrajo a poblaciones humanas desde tiempos prehistóricos ya que hay restos que proceden de la Edad de Bronce. Ocupado por preceltas, celtas y romanos los habitantes de Les Baux de Provence evolucionan desde el nomadismo a una sociedad más moderna, sedentarizada y que hacía intercambios comerciales con gentes venidas del Mediterráneo. Entre ellos los griegos que se establecieron en Arlès.

 

Tras la época romana la villa gana en importancia y los príncipes de Les Baux de Provence, que se consideraban a sí mismos descendientes del rey mago Baltasar, construyeron el castillo desde donde dominaron la región. Y así fue hasta que se extinguió la dinastía en el siglo XIV, cuando la princesa de Les Baux y de Provenza entera, la Reina Juana de Nápoles, fue asesinada. La guerra de sucesión que siguió terminó con Les Baux de Provence asociada, junto con el resto de la Provenza, al Reino de Francia.

Tras varios azares durante las Guerras de Religión, en los cuales Les Baux de Provence era un foco de protestantismo, los habitantes, cansados de ser objetivo de unos y de otros, pidieron al rey comprar el castillo y desmantelarlo para terminar con la violencia. El rey aceptó y unos años después creó el marquesado de Les Baux en favor de la familia Grimaldi. Desde entonces y hasta ahora el heredero del trono monegasco tiene entre sus títulos el de Marqués de Les Baux.

 

Y un par de siglos después fue cuando se empezó a explotar la bauxita, que fue una de las industrias de la ciudad hasta agotar el yacimiento. Afortunadamente esta época de industria no afectó a su casco urbano, que siguió conservando su belleza y carácter medieval, lo que atrajo a pintores de la talla de Van Gogh o Picasso. Conociendo el lugar no me extraña la atracción que sintieron por este pueblo.

Hoy en día Les Baux de Provence viven del turismo, pero también de los productos de la tierra, sobre todo vino y aceite. Hay muy buenos restaurantes en la villa, incluso algunos con estrellas de la Guía Michelin así que ya podéis imaginar que comer aquí barato, lo que se dice barato, no es.

 

La villa tiene mucho patrimonio. Pero como pasa con la mayor parte de los pueblos que reseño aquí no voy a recomendar nada en concreto. Lo mejor es llegar y perderse por sus calles, que están repletas de rincones maravillosos: casas, iglesias, restos del castillo, miradores. Todo merece la pena en Les Baux de Provence.

Mi única recomendación sería ir fuera de la temporada alta. El lugar es tan bonito que recibe muchísimos visitantes, con las consiguientes incomodidades para todos: es complicado pararse a tomar algo, hacer una foto con calma o simplemente callejear sin tener que sortear a algún grupo que se para en mitad de la calle para decidir qué van a hacer a continuación.

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Provence-Alpes-Côte d'Azur (II): Acueducto de Barbegal

lunes, 12 de noviembre de 2018


Cuando pensamos en historia normalmente nos centramos más en las batallas y en las grandes ciudades y dejamos la ingeniería y la tecnología de la época en un segundo plano. Hoy voy a hablaros de una de estas notas a pie de página de la historia que en realidad son tanto o más importantes que la mayor parte de las batallas.

En la Provenza, cerca de Arlès y Avignon, en el departamento de Bocas del Ródano (Bouches du Rhône), existe un complejo bastante interesante con el que di de pura casualidad. No estaba en mi ruta. No estaba en nada de lo que hubiese leído, pero al ver el cartel de "acueducto romano" decidí que merecía la pena acercarse.

 

Y vaya si lo merecía. Dentro de lo construído por el Imperio Romano, la parte final del Acueducto de Barbegal es uno de los lugares más interesantes de cuantos han llegado hasta nuestros días.

En aquellos días la Provenza era uno de los graneros de Roma. Fue una de las primeras regiones conquistadas por los romanos fuera de la península itálica, y por tanto una de las más intensamente romanizadas. Los numerosos restos que hay por estos departamentos de Languedoc, Provenza y Costa Azul dan fe de esto.

 

Barbegal te sorprende ya desde la carretera, que pasa por debajo de sus arcos. Un par de senderos recorren el acueducto hasta su final y, sorprendentemente, ninguna valla lo protege y ninguna indicación te cuenta su historia (o al menos no la vi). Increíblemente, tan sólo tiene una categoría parcial como monumento, lo que es incomprensible dado el interés y la importancia de estos restos.


Barbegal es de un acueducto doble que llevaba agua a lo largo de unos 11 kilómetros hasta un complejo de molinos harineros donde se procesaba el grano producido en la región. Por la cantidad de molinos debió ser impresionante. Hay quien dice que se trató de una de las mayores industrias del Imperio, que enfilaba ya sus últimos años, y el agua que traía el acueducto abastecía también a lo que hoy es Arlès.

 

El agua procedería de la vertiente sur de las montañas conocidas como las Alpilles, un macizo de escasa altitud de roca calcárea. Barbegal sería una desviación de otro acueducto conocido como Acueducto de Caparon. Por lo que parece numerosos canales y acueductos recogían el agua del macizo para distribuirlo por la región

Según parece esta industria constaba de dos filas de ocho molinos, con un salto de agua de unos 18 metros y con la capacidad de producir 4,5 toneladas diarias de harina. No se sabe quién fue el constructor pero se supone que un miembro del cuerpo de carpinteros de Arlès pudo ser el responsable, Q. Candido Benigno. La sospecha viene de una inscripción encontrada en su sarcófago pero... ¿quién sabe?

 

Como tantas otras veces hay que descubrirse ante unos ingenieros capaces de llevar a cabo obras de esta envergadura sin las herramientas de las que se disponen hoy en día y que no fueron superadas durante muchos siglos.

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