Provence-Alpes-Côte d'Azur (y VII): Aviñón

martes, 9 de abril de 2019

 

Si antes decía que Montpellier es muy conocida, Avignon o Aviñón ha sido una de las capitales de la cristiandad durante el Gran Cisma de Occidente, lo que la convertía en una de las ciudades más conocidas del mundo en su época.

Hoy en día tal vez no sea tan conocida pero no es exactamente una ciudad anónima. Su palacio episcopal y su casco antiguo siguen atrayendo a un buen número de turistas. Tantos, que para evitar colapsar la ciudad se ha habilitado un enorme aparcamiento gratuito en una isla en mitad del Ródano, desde el cual hay lanzaderas, también gratuitas, hasta las puertas de la ciudad medieval.

 

Y a partir de ahí a subir hasta la parte alta de la ciudad vieja, donde se encuentra el palacio, los restos del castillo y un buen número de edificios monumentales.

La historia de Avignon no se entiende sin ese período de algo más de un siglo en el que el poder papal estuvo radicado aquí. Al principio de esta estancia Avignon no era una ciudad francesa sino que dependía del Reino de Sicilia, aunque la casa reinante era la de Anjou, la misma que en Francia. Avignon pasó a ser en ese momento parte de los Estados Pontificios.

 

La cosa es que los papas no dejaron Roma porque les gustase más Avignon. Hubo una fuerte disputa entre Felipe IV de Francia y Bonifacio VIII acerca de algo tan elevado y espiritual como... el dinero. El rey quería cobrar impuestos y Bonifacio decidió que a Dios lo que era de Dios y al papado lo que era del César.

La cosa siguió escalando hasta tal punto que el rey envió a su ejército a Roma y capturó al pontífice. Fue liberado, pero las heridas y el mal rato pasado deterioraron su salud y murió poco después. Su sucesor no duraría mucho, envenenado por órdenes del rey. Y el siguiente papa, Clemente V, era francés y títere de Felipe. De hecho, Clemente se establece en Avignon para que el rey le tuviese más a mano.

Un buen número de políticas que ya hemos visto en otros artículos, como la cruzada contra los Cátaros o la supresión de la Orden de los Templarios, fueron ordenadas por Clemente en favor del monarca.


Hasta 1378 la cosa fue más o menos parecida, con papas franceses, cada vez más plegados a los intereses de Francia y con autoridad sobre toda la Iglesia. Pero en ese año ocurrió uno de los grandes hitos de la historia de la Iglesia Católica: El Gran Cisma de Occidente.



Gregorio XI volvió a Roma para resolver una crisis. A su muerte el pueblo romano impidió la elección de otro extranjero para asegurar que la sede del papado permanecía en la Ciudad Eterna.

Y en Francia, claro, no querían quedarse sin ese control sobre el papado. Así que eligieron otro papa, con sede en Avignon y la situación no se resolvería hasta la expulsión de Benedicto XIII de Avignon. El hombre era súbdito aragonés y al rey de Francia no le gustaba su independencia. Se refugió en Peñíscola, donde acabó sus días.

 
Villeneuve-les-Avignon

El caso es que ese siglo y pico de presencia papal, con sus intrigas y estando en el punto de mira de gente muy poderosa dejó su huella en Avignon en su patrimonio histórico-artístico, lo que le ha valido ser elegida como Patrimonio de la Humanidad.

Su Palacio Papal es uno de los grandes hitos del gótico, siendo mayor que la catedral y siendo en sí mismo una fortaleza. En realidad es el conjunto de dos palacios, el nuevo y el viejo y en la actualidad es un museo.

 

En la plaza en la que se encuentra el Palacio hay otro más pequeño, el Petit Palais y se encuentra también la catedral, de estilo románico. Como villa eclesiástica hay varias iglesias repartidas por todo el casco antiguo y edificios como el Hôtel des Monnaies, que hasta hace unos años fue sede del conservatorio.

En la parte alta, detrás del Palacio Papal, hay unos jardines y unas buenas vistas sobre el Ródano y los pueblos circundantes, como Villeneuve-Les-Avignon.


Todo el casco antiguo está rodeado por unas murallas del siglo XIV, en magnífico estado de conservación y fuera de ellas se encuentran los restos del icónico Pont d'Avignon, que tiene dedicada hasta una pegadiza cancioncilla infantil que aquellos que hemos aprendido francés hemos tenido que cantar alguna vez. Quedan cuatro de sus veintidós arcos originales. El rey, propietario del puente, se hartó de pagar sus constantes reconstrucciones allá por el siglo XVII.

Ruta combinada
Ruta combinada


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