Castrillo de los Polvazares: un pueblo maragato

jueves, 20 de mayo de 2021

Entrada del pueblo viniendo de Astorga

A lo largo de los años que llevo escribiendo este blog he conocido muchos pueblos hermosos, algunos menos que parecen sacados de un cuento y unos pocos que parecen un escenario de cine.

Pero casi todos los que forman parte de esta categoría (Peratallada, Albarracín, Monsaraz...) tienen en común un pasado próspero en el que se conformó un patrimonio arquitectónico de primer orden.

Castrillo de los Polvazares, perteneciente al municipio de Astorga, es una de las raras excepciones. Aunque tuvo un pasado próspero nada tiene que ver con el de las localidades antes mencionadas, ni con murallas, castillos, capitalidades o casas que fueron auténticos palacios. Y al igual que en el caso de Ayllón y la trashumancia, la fuente de riqueza para sus vecinos vino ligada a la existencia de un gremio, el de los arrieros.

Crucero en el Camino de Santiago

Por decirlo así, los arrieros eran comerciantes que transportaban mercancías de un lado a otro y de entre estos los maragatos tenían fama de ser los más honrados y serios. Sus rutas comerciales empezaban en Galicia, donde compraban pescado para vender por el interior de la península y en el trayecto de vuelta transportaban productos de esas zonas, como los textiles, los embutidos o el aceite, que también vendían. La fama de honradez hizo que se les confiasen artículos de mayor valor, como dinero o joyas.

Calle Real
Fueron vitales para el comercio interior y el transporte de mercancías y por ello fueron protegidos por los reyes de España hasta que la llegada del ferrocarril y de otros transportes provocaron el declive y desaparición del oficio.

El producto de ese comercio puede verse en Castrillo de los Polvazares. Articulado en base a unas pocas calles que enlazan con la Calle Real, que es parte del Camino de Santiago (Camino Francés), el pueblo dispone de una arquitectura tradicional muy particular y propia de la comarca. 

Iglesia de Santa María Magdalena

Primero, por los materiales constructivos, con ese tono rojizo arcilloso del entorno. Y segundo, por las anchas puertas que tienen las casas, a menudo adinteladas o de medio punto. Al ser construidas por arrieros, se prepararon para que los carros pudieran guardarse en las casas.

Pasear por Castrillo es un placer para la vista, ya que ha sido restaurado con mimo y respeto, y hasta el adoquinado se ha hecho de forma que encaje con los edificios que flanquean la calle. Nada que ver con el adoquinado moderno que han puesto en la vecina Murias de Rechivaldo, que hubiese desvirtuado el conjunto.

Calle Real

Y si paseas antes de la hora de comer, además de ser un placer para la vista también lo será para el olfato, porque los varios restaurantes de la localidad, especializados en cocido maragato, estarán preparando la comida y dando un aroma único al pueblo. De vosotros dependerá si ese placer también se translada al gusto...

Como curiosidad decir que aquí se ambientó la novela "La esfinge maragata", de Concha Espina, aunque cambiando el nombre del pueblo al ficticio Valdecruces.

Calle lateral a la Calle Real

 El mapa

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