La Ría de Pontevedra, orilla norte

jueves, 28 de diciembre de 2023


Galicia es conocida como "La tierra de los mil ríos"

Uno de ellos es el Río Lérez, que forma un bonito valle y se nutre de pequeños afluentes en sus menos de 100 km. Su desembocadura formaba una marisma con el río Rons, conservando una fracción de su extensión original. Los últimos metros abrazan a la ciudad de Pontevedra, llamada "Pontus Veteris", o "puente viejo" en latín. Por eso siempre ha sido "la ciudad del Lérez", hasta su nombre se refiere al río.

Para los que no sois españoles, tal vez sea conveniente explicaros qué es una ría: una ría es un valle costero que ha sido inundado por el mar. En Galicia esto pasó tras la última glaciación. La subida del nivel del mar inundó el curso bajo de algunos ríos gallegos y lo que un día fueron colinas, como Illa de Tambo, se convirtieron en islas.

Porto de Campelo

Nuestra ruta comienza en Poio, en la playa de Lourido, que es una de las playas preferidas por los pontevedreses, debido a su cercanía. Es una playa de muy poca profundidad, lo que la hace ideal para los niños. Enfrente, presidiendo la ría, Illa de Tambo, inconfundible.

En el puerto y lonja de Campelo se centra la explotación marisquera y en menor medida, pescado. Tres cofradías la explotan conjuntamente.

Desde allí sale una ruta peatonal, la de a Ostreira, que nos lleva hasta Combarro

Combarro

Combarro es un conjunto urbano de gran belleza y valor, con sus hórreos, soportales y casas tradicionales, y con una inconfundible fachada, aunque ya casi no se atan barcas a los pies de los hórreos, como se hacía antiguamente.

Su puerto nuevo acabó con una de las imágenes más típicas de Galicia. Ahora las bateas y las barcas conviven con yates recreativos. Desde este puerto se puede tomar el barco para visitar Tambo.

En la parte alta de la parroquia hay algunos miradores. Aunque algunos de ellos ya están cegados por eucaliptos. Debieron subestimar el tamaño que pueden alcanzar. Tanto en el vídeo que enlazo al principio de este post, como en este otro podéis disfrutar de las vistas desde un dron.

Bosque de Colón

El Bosque de Colón se plantó en 1992, para conmemorar el V Centenario. Hay quien dice que Colón nació en Poio, y por eso EEUU regaló 500 secuoyas. Hoy tienen ya un buen tamaño y son una visita diferente.

Las playas de la orilla norte, pequeñas y coquetas, han atraído a turistas de España y Portugal. Si vas en el momento adecuado, puedes recordar cómo era antes de convertirse en uno de los destinos más populares, con pequeños barcos faenando a primera hora.

Mirador de Raxó, con Tambo en la ría

Covelo tuvo antaño una gran conservera. Hace mucho que desapareció, pero las bateas siguen aquí y dominan el paisaje que puedes ver desde la ruta que va desde aquí a la playa de Samieira.

Entramos en tierras de Sanxenxo (se pronuncia sanshensho) empezando por otro pequeño puerto y playa, como Raxó, con su inconfundible mirador a la parte interior de la ría.

No soy muy fan de Sanxenxo o Portonovo, cuyo urbanismo salvaje ha desvirtuado completamente lo que un día fue un pequeño pueblo marinero, pero las playas de la parte exterior de la ría y de la fachada atlántica son otra historia.

Porto de Portonovo desde la playa de Baltar

Desde Punta Montalvo, final de la Ría de Pontevedra, vemos Illas de Ons, rompeolas natural en la boca de la ría, y algunas playas de mar abierto, tan diferentes a las de la ría y que por suerte no han sido demasiado urbanizadas. Destacan Bascuas, Montalvo y Pragueira, pero hay algunas más. Una nueva ruta de senderismo nos lleva a conocerlas.

Un poco más allá está el Itsmo de A Lanzada con su santuario de Nosa Señora, en una península entre playas. Aquí hubo un castro, un castillo, y también una necrópolis romana. Poco queda de ellos, aunque se trabaja en su conservación

A Lanzada es una playa de leyenda. Siendo una playa de nueve olas, las mujeres infértiles que bañaban aquí con la esperanza de poder concebir. Y en las noches de luna llena, cuentan los viejos del lugar que se celebraban aquelarres.

El monte Siradella ofrece vistas de la península de O Grove, rodeada por la zona intermareal protegida Umia - O Grove. Illa da Toxa, con sus aguas medicinales y las bateas de O Grove.

Playa de Castiñeira (Con Negro) en San Vicente do Mar

La Ría de Arousa, la más extensa, ofrece desde aquí un espectáculo con los mayores polígonos de bateas de Europa. Y al oeste, Balea y San Vicente do Mar, que tiene una de las costas mejor conservadas de Galicia.

Un poco más allá del faro, en O Carreiro, está Adro Vello, otro yacimiento arqueológico de gran interés por su variedad.

Y aquí termina nuestro recorrido por la orilla norte de la Ría. Una de las rutas más bonitas que se pueden hacer en Galicia.

 

 

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Castillos de Castilla (II): Tiedra, entre la Tierra de Campos y el Alfoz de Toro

miércoles, 29 de diciembre de 2021

Primavera en Tiedra

La confluencia entre las provincias de Zamora, Valladolid y León es abundante en castillos y fortificaciones.

Su carácter de triple frontera entre los Reinos de León, Castilla y los diversos estados musulmanes que se fueron sucediendo al sur del Duero, más la proximidad, a partir del siglo XII, del Reino de Portugal hicieron muy importante la guarda y protección de estas tierras.

Tiedra es uno de estos castillos fronterizos que se construyeron para proteger a los colonos procedentes del norte con los que el reino leonés repobló estas tierras.

Castillo de Tiedra

Para ello se utilizó un cerro situado al lado de la villa vieja, Amallóbriga, una población más que milenaria fundada por los vacceos, antes de la llegada de los romanos, debido a que era más fácil de defender. La situación de Tiedra era estratégica ya que controlaba el paso entre la Tierra de Campos y el Alfoz de Toro, y se convirtió en villa de realengo, dependiendo directamente de la corona y no de algún señor feudal.

Para el siglo XIII, sin embargo, la familia de los Téllez de Meneses era quien controlaba Tiedra, convertida en una pequeña y próspera ciudad medieval. Fue esta familia la que dio al castillo su forma actual.

Ruinas de la Iglesia de San Pedro

Tiedra cambió de manos varias veces más, hasta que acabó en manos de la familia Osuna, su última propietaria, que la conservó hasta el siglo XIX, cuando se abolieron los señoríos.

Hoy Tiedra es una pequeña población en los Montes Torozos, que conoció decadencia pero que, al igual que vimos con Urueña, busca en su pasado el presente y el futuro. La reconstrucción de su castillo y una serie de actuaciones en su casco urbano buscan posicionarla para que los visitantes se acerquen a conocerla.

Tiedra desde el castillo


Además del castillo, Tiedra tiene una modesta plaza mayor, los restos de sus murallas y un aula de arqueología para conocer el pasado más que milenario tanto de la población actual como de Amallóbriga, su antecesora.

Para quienes vamos de lejos tal vez no merece la pena ir a propósito porque es muy pequeño y se ve enseguida, pero por suerte se puede hacer un circuito de uno o dos días visitando Tiedra y otros castillos de las cercanías, como Urueña o Villalonso.

El mapa

Ruta combinada

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Castillos de Castilla (I): Urueña, la villa del libro.

miércoles, 8 de diciembre de 2021

Murallas y castillo (cementerio) de Urueña

El gran problema de hacer turismo por Castilla y León son las autovías. Son geniales para conectar el punto A con el punto B, pero eso hace que mucha gente no se pare a ver qué hay de camino. Simplemente marcan el destino en el GPS y tira p'alante.

Pero como ya os he mostrado en post anteriores de este blog, Castilla tiene mucho para ofrecer. Tanto, que sorprende. Hoy vamos a conocer Urueña, que no es exactamente una desconocida.

Urueña desde la Ermita de Nuestra Señora de la Anunciada

A pesar de ello, jamás ha sido visitada por la inmensa mayoría de los conductores habituales de la A-6, estando a tan sólo seis kilómetros de la salida 211, cerca de Villardefrades que, por cierto, tiene una iglesia en ruinas que es preciosa.

Murallas de Urueña

Vengáis del norte o del sur, la salida 211 es la que deberíais coger. No porque os quede mejor, ya que posiblemente la 216 le viene mejor a quien va en sentido Madrid, pero la vista de las murallas de Urueña desde la Ermita de Nuestra Señora de la Anunciada, es la mejor carta de presentación posible para la localidad.

En cualquier otro lugar de Castilla, Urueña destacaría únicamente por su castillo y sus vistas, pero Urueña tiene otro atractivo: es una Villa del Libro.

Adarve de la muralla de Urueña
Pero vayamos por partes.

Urueña es antigua y su emplazamiento estuvo poblado por los vacceos, después romanizada y reconquistada en el siglo X, convirtiéndose en uno de los innumerables puestos de frontera entre los Reinos de León y de Castilla y también con los estados musulmanes al sur del Duero.

El patrimonio de Urueña sufrió un gran descalabro en 1876, cuando un incendio se llevó por delante el ayuntamiento con su archivo, y de paso medio pueblo.

Ermita de Nuestra Señora de la Anunciada
En las últimas décadas el ayuntamiento ha emprendido un ambicioso programa de restauración que ha devuelto el esplendor a la villa. Hoy en día la muralla luce un aspecto inmejorable y al visitarla se hace imprescindible pasear por el adarve, con vistas a la comarca de los Montes Torozos y parte de la Tierra de Campos. Ya sólo por esto, merece la pena parar en Urueña.

Pero es que además Urueña es una Villa del Libro. Es un proyecto inspirado en otros que hay en Europa y la idea es crear una alternativa de turismo cultural y de promoción de la lectura y la escritura. Al calor de esta iniciativa varias librerías se abrieron en la villa, hasta una docena en tiempos anteriores a la pandemia del COVID-19, aunque no sé cuantas de ellas siguen abiertas actualmente. Urueña también cuenta con cinco museos.

Iglesia de San Andrés en Villardefrades

 Y todo ello con unos 200 habitantes.

Como digo, merece la pena parar.

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Pastrana (Guadalajara, Castilla-La Mancha): de la princesa tuerta al "Sí de las niñas"

martes, 25 de mayo de 2021

Palacio ducal de Pastrana en la Plaza de la Hora

Aunque dispongo de un extenso mapa con destinos visitados y por visitar dentro de la Península Ibérica siempre hay sitios que se escapan a mi radar y acabo descubriéndolos por casualidad. Ya me había pasado con Montblanc, en Tarragona y me ha pasado en otros sitios.

En el caso de Pastrana había estado viendo Madrid y Alcalá de Henares y mi siguiente destino era Cuenca. Y como suelo hacer cuando voy de ruta, busqué un hotel y dentro de los filtros que tenía el que más me seducía, más o menos en mi ruta, estaba en Pastrana, en plena Alcarria. Era una noche terrible, con mucha lluvia y poca visibilidad, así que literalmente no vi nada al llegar. Y mi idea era no entretenerme mucho allí.

Calle de Pastrana que desemboca en la Plaza de la Hora

Pero por la mañana, al ir a buscar el coche me gustó mucho lo que vi y decidí que Pastrana bien merecía un paseo. Y lo merece.

Pastrana ahora no es muy conocida, fuera de su zona, pero en siglos pasados tuvo su importancia e influencia ya que estaban muy bien relacionados en la Corte madrileña. Villa de realengo, perdió esta condición al ser vendida a Ana de la Cerda. Y esta mujer fue la abuela de Ana de Mendoza de la Cerda, cuyo nombre puede que no os diga nada, pero cuyo retrato, el de una mujer tuerta y con cuello cervantino, debería sonaros del colegio. 

La otra entrada a la Plaza de la Hora

A Ana de Mendoza se la conocía como Princesa de Éboli (título procedente de su matrimonio) y fue la primera Duquesa de Pastrana, título concedido a su marido por Felipe II, en agradecimiento a su colaboración. 

Pero no era simplemente "la mujer" de Ruy Gómez de Silva. Por sí misma consiguió reputación de ser una mujer inteligente y preparada, a la muerte de su marido, se retiró primero a un convento, donde se las tuvo tiesas con Santa Teresa de Jesús, y después fue parte activa de las intrigas palaciegas de la época. Su relación con el nefasto Antonio Pérez, secretario del rey, le valió ser encerrada en su palacio de Pastrana. No se sabe exactamente por qué, pero Felipe II murió odiándola.

Fuente en el casco histórico de Pastrana

La prosperidad de la villa terminaron cuando los Duques de Pastrana abandonaron la ciudad para transladarse a la Corte, en el siglo XVIII.

De aquellos años de esplendor quedó un importante patrimonio histórico, artístico y arquitectónico, con varias casonas, el palacio ducal y varias iglesias y conventos que han sobrevivido hasta nuestros días, aunque a veces con cambios en su función, como el antiguo convento de San Francisco, que ha sido cárcel, restaurante, cuartel de la Guardia Civil y centro cultural.

Pasadizo en Pastrana

De Pastrana era también la madre de Leandro Fernández de Moratín, que vivió en la villa largas temporadas y donde escribió algunas de sus obras, como La comedia nueva o El Café o la mucho más famosa El sí de las niñas, a donde se retiró gracias a la protección de Godoy, favorito del rey. Cuando este cayó debido a su papel en el estallido de la Guerra de la Independencia, hubo de huir a Vitoria primero, y después a París, donde moriría. La casa que construyó y en la que vivió antes de su huida todavía está en pie, aunque no es visitable.

Mapa

Ruta por Guadalajara

Castrillo de los Polvazares: un pueblo maragato

jueves, 20 de mayo de 2021

Entrada del pueblo viniendo de Astorga

A lo largo de los años que llevo escribiendo este blog he conocido muchos pueblos hermosos, algunos menos que parecen sacados de un cuento y unos pocos que parecen un escenario de cine.

Pero casi todos los que forman parte de esta categoría (Peratallada, Albarracín, Monsaraz...) tienen en común un pasado próspero en el que se conformó un patrimonio arquitectónico de primer orden.

Castrillo de los Polvazares, perteneciente al municipio de Astorga, es una de las raras excepciones. Aunque tuvo un pasado próspero nada tiene que ver con el de las localidades antes mencionadas, ni con murallas, castillos, capitalidades o casas que fueron auténticos palacios. Y al igual que en el caso de Ayllón y la trashumancia, la fuente de riqueza para sus vecinos vino ligada a la existencia de un gremio, el de los arrieros.

Crucero en el Camino de Santiago

Por decirlo así, los arrieros eran comerciantes que transportaban mercancías de un lado a otro y de entre estos los maragatos tenían fama de ser los más honrados y serios. Sus rutas comerciales empezaban en Galicia, donde compraban pescado para vender por el interior de la península y en el trayecto de vuelta transportaban productos de esas zonas, como los textiles, los embutidos o el aceite, que también vendían. La fama de honradez hizo que se les confiasen artículos de mayor valor, como dinero o joyas.

Calle Real
Fueron vitales para el comercio interior y el transporte de mercancías y por ello fueron protegidos por los reyes de España hasta que la llegada del ferrocarril y de otros transportes provocaron el declive y desaparición del oficio.

El producto de ese comercio puede verse en Castrillo de los Polvazares. Articulado en base a unas pocas calles que enlazan con la Calle Real, que es parte del Camino de Santiago (Camino Francés), el pueblo dispone de una arquitectura tradicional muy particular y propia de la comarca. 

Iglesia de Santa María Magdalena

Primero, por los materiales constructivos, con ese tono rojizo arcilloso del entorno. Y segundo, por las anchas puertas que tienen las casas, a menudo adinteladas o de medio punto. Al ser construidas por arrieros, se prepararon para que los carros pudieran guardarse en las casas.

Pasear por Castrillo es un placer para la vista, ya que ha sido restaurado con mimo y respeto, y hasta el adoquinado se ha hecho de forma que encaje con los edificios que flanquean la calle. Nada que ver con el adoquinado moderno que han puesto en la vecina Murias de Rechivaldo, que hubiese desvirtuado el conjunto.

Calle Real

Y si paseas antes de la hora de comer, además de ser un placer para la vista también lo será para el olfato, porque los varios restaurantes de la localidad, especializados en cocido maragato, estarán preparando la comida y dando un aroma único al pueblo. De vosotros dependerá si ese placer también se translada al gusto...

Como curiosidad decir que aquí se ambientó la novela "La esfinge maragata", de Concha Espina, aunque cambiando el nombre del pueblo al ficticio Valdecruces.

Calle lateral a la Calle Real

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