Lanzarote (y VI): Yaiza

sábado, 22 de abril de 2017

Playa Quemada (Yaiza, Lanzarote)
Playa Quemada (Yaiza, Lanzarote)


Puerto de Playa Blanca
Puerto de Playa Blanca


Vista desde Montaña Roja
Vista desde Montaña Roja


Montaña Roja (Yaiza, Lanzarote)
Montaña Roja (Yaiza, Lanzarote)


Los Hervideros (Yaiza, Lanzarote)
Los Hervideros (Yaiza, Lanzarote)


Los Hervideros (Yaiza, Lanzarote)
Los Hervideros (Yaiza, Lanzarote)


Salinas de Janubio (Yaiza, Lanzarote)
Salinas de Janubio (Yaiza, Lanzarote)


Salinas de Janubio (Yaiza, Lanzarote)
Salinas de Janubio (Yaiza, Lanzarote)


El Golfo
El Golfo


El Golfo (Yaiza, Lanzarote)
Charco de los Clicos


Como habéis podido ver Lanzarote es una isla pequeña pero intensa, con muchas cosas para ver en su escasa extensión. No me extraña nada que la gente esté muy enamorada de esta isla y de sus lugares.

Esta última ruta la voy a dedicar a Yaiza, un municipio del que conocemos la parte norte, donde están La Geria y Timanfaya, pero que aún tiene bastante para ofrecer.

Empezaremos camino en Playa Quemada, un pequeño pueblo de pescadores muy cerca de donde termina la zona más turística de Lanzarote. La gracia de Playa Quemada es doble.

Por un lado se trata de uno de los últimos pueblo de pescadores de Lanzarote. A pesar de estar al lado del puerto deportivo y las urbanizaciones turísticas de Puerto Calero en Playa Quemada no hay hoteles. No sé si hay algún alojamiento de menor categoría. Al menos yo no lo ví.

Lo que sí hay en Playa Quemada son varios bares y restaurantes, pero no tengo ni idea de cómo serán. Podéis echar un ojo en TripAdvisor, si es que están, aunque siendo un pueblo de pescadores yo me arriesgaría.

Por otro lado Playa Quemada es la puerta de una de las partes más vírgenes de Lanzarote, ya que es uno de los pocos accesos a un trozo de costa alejado de cualquier núcleo habitado y a donde no se puede llegar por camino asfaltado alguno. Así que hay gente que no se arriesga con las pistas que cruzan el macizo de Femés, deja el coche en Playa Quemada y va a las playas y caletas de esta zona a pie desde aquí.

Rodeando el Macizo y atajando por Femés llegaremos a la playa de Papagayo y las playas de Rubicón. Para acceder a buena parte de esta zona toca pasar por caja, ya que hay una cabina donde te van a cobrar por el aparcamiento algo así como cinco euros por vehículo. También puedes caminar, pero hasta Papagayo es un paseo. De todas formas, a partir de las seis o siete de la tarde el puesto de cobro cierra y se puede acceder libremente.

La Playa de Papagayo es muy icónica dentro de la isla y la más famosa de todo el sur de Lanzarote. En ella se rodó un clásico como "Hace un millón de años", donde un grupo de esforzados hombres prehistóricos se peleaban con una iguana gigante animada por Ray Harryhausen.

Hoy en día es una playa bastante tranquila y concurrida con vistas al Islote de Lobos y a la vecina isla de Fuerteventura. Un chiringuito al nivel del aparcamiento es la única posibilidad de comprar comida o bebida en esta zona.

No voy a pararme con Playa Blanca y las urbanizaciones adyacentes porque básicamente no me interesa para nada este tipo de lugares. Hay un puerto deportivo, Marina Rubicón, y el puerto de Playa Blanca, donde amarran los pescadores, embarcaciones deportivas y está el muelle que comunica a Lanzarote con el cercano puerto de Corralejo en Fuerteventura.

Pero al lado de Playa blanca, y con chalés y apartamentos construidos hasta sus laderas está el volcán de Montaña Roja. Es una lástima ver como la presión urbanística es capaz de construir hasta en lugares como este.

El volcán es fácil de visitar ya que hay senderos que permiten su ascenso con mucha comodidad y tiene la curiosidad de visitar un cono volcánico por dentro. A pesar de su escasa altitud tiene unas vistas estupendas del sur de la isla de Lanzarote, permitiéndote ver todo el municipio de Yaiza desde su cumbre. Como tantos otros montículos rojos o rojizos de las Islas Canarias se trata de un volcán antiguo y este color es el que adquieren los materiales que expulsó en su día al ser oxidados durante millones de años. En la parte más baja del cono una pequeña mancha verde muestra donde se concentra casi toda el agua las pocas veces que llueve.

Si miráis al oeste podréis ver un hotel abandonado y más al norte la característica mancha de las Salinas de Janubio.

Las Salinas de Janubio hoy en día no son rentables y que se mantienen en funcionamiento gracias a ayudas públicas por su valor histórico, etnográfico y cultural, fueron en su día una de las principales industrias de la isla. Hoy son más bien una especie de museo al aire libre para mostrar a las generaciones actuales cómo se extraía la sal y cómo se ganaba la gente la vida en una isla tan desértica como Lanzarote. Para los curiosos, hay una playa de arena negra entre las salinas y el mar abierto y que debe ser de las menos concurridas de la isla. Buen sitio para ir tranquilos.

Hay varios miradores en torno a las Salinas de Janubio y también se pueden visitar por las mañanas, en el horario de apertura del Almacén de la Sal.

Siguiendo por la carretera que empieza al lado de las Salinas de Janubio entramos ya en el área afectada por las erupciones de Timanfaya. Y aunque la lava se detuvo al llegar al mar dejó algunos lugares curiosos como los Hervideros.

Los Hervideros reciben su nombre por el efecto del agua al chocar contra el acantilado. Por un lado, la espuma de mar le da aspecto de agua hirviendo y por otro el aire, atrapado entre la roca y la ola, se comprime y sale silvando por los bufones que la erosión ha ido excavando en el terreno.

La visita es muy sencilla ya que la zona ha sido acondicionada con caminos y balcones para poder disfrutar del lugar y hay un amplio aparcamiento justo al lado. Se puede visitar en cualquier momento y no hay que pagar ni por aparcar, ni por la entrada.

Siguiendo nuestro camino hay otra playa de arena negra y una pequeña poza litoral, preludio del Charco de los Clicos, que es otra de las atracciones turísticas de la zona.

El Charco de los Clicos se ha formado en un anfiteatro originado por las erupciones de Timanfaya y que se conoce como El Golfo. En ell momento de escribir esto no es visitable: el acceso principal ha sido cortado por riesgo de derrumbe y el acceso desde el pueblo de El Golfo está perfectamente señalizado para prohibir a la gente que se acerque.

Esta ruta termina en el pueblo de El Golfo, otro pueblo marinero pero más volcado hacia el turismo, con multitud de bares y restaurantes para atender a los muchos turistas que se acercan hasta aquí.

Un poco más adelante del pueblo hay otra playa, la del Salto, cuyo acceso debe ser únicamente a pie. Aunque hay una pista de tierra no sé si está permitido recorrerla hasta el final al estar dentro de los límites de Timanfaya. No me acerqué hasta ella, así que si tenéis intención de visitarla es mejor que preguntéis en el pueblo.


El Mapa
Rutas relacionadas 


Lanzarote (V): La Geria

viernes, 14 de abril de 2017

La Geria (Lanzarote, España)
La Geria (Lanzarote, España)


La Geria (Lanzarote, España)
La Geria (Lanzarote, España)


La Geria (Lanzarote, España)
La Geria (Lanzarote, España)


La Geria (Lanzarote, España)
La Geria (Lanzarote, España)


La Geria (Lanzarote, España)
La Geria (Lanzarote, España)


La Geria (Lanzarote, España)
La Geria (Lanzarote, España)


Mi gusto por visitar lugares extraños no podía estar completo sin visitar La Geria. Desde la primera vez que oí hablar de este sitio, hace años, lo marqué en rojo en mi lista de "Lugares que tengo que ver antes de morirme".

La Geria es una de las escasas zonas de viñedo de las Islas Canarias y tal vez sean las viñas más exóticas de España. Con la cantidad, calidad y variedad de vinos que tenemos en España eso tiene mucho mérito. En el post anterior mencioné de pasada el origen de La Geria, como consecuencia de las erupciones de Timanfaya.

La Geria está en la parte exterior de la zona afectada. En Google Maps se puede ver de forma clara la frontera y cómo una línea de viejos conos volcánicos que va de Femés a San Bartolomé ayudó a contener el lapili y la lava. De no ser por esa barrera natural tal vez Tías y Puerto del Carmen serían muy diferentes a como las conocemos.

Poneos en la situación de los lanzaroteños de aquellos años: una cuarta parte de tu isla, aquella donde estaban las tierras más fértiles (para el estándar isleño) desaparecen bajo un manto de lava ardiente y varios metros de ceniza volcánica. Según me contaron el rey prohibió, bajo pena de muerte, la salida a los isleños pero no encontré información sobre eso en internet.

Si véis el mapa que enlazo abajo veréis que algunas zonas fértiles que escaparon a la destrucción son muy visibles y contrastan fuertemente tanto con los restos volcánicos como con el cercano Jable y otras tierras que se libraron, como Tao o Tiagua, por ejemplo.

Así que la obtención de nuevos cultivos se vuelve crítica para los isleños. Sobre todo cuando comienza el último cuarto del siglo XVIII, unos cuarenta años después del inicio de las erupciones de Timanfaya se produce una hambruna.

En este emomento los lanzaroteños ya se han dado cuenta de que las plantas que nacen en el lapili y enraízan en la tierra fértil de debajo tienen un crecimiento más favorable. Esto es porque el lapili (llamado "picón" en las islas) evita que el agua del suelo se evapore e incluso favorece la condensación de la humedad ambiental.

Así que los isleños, apenas unos miles (un siglo antes la isla tenía menos de 5000 habitantes), encontraron en estas tierras una fuente de alimento. Plantaron frutales, como las higueras, y sobre todo viñedo.

La forma de cultivo es sencilla, pero dificultosa: se trata de excavar un hoyo de unos dos metros de profundidad donde plantan la higuera o el viñedo y que luego rodean con un muro para proteger a la planta de los vientos y de la salitre que a veces viene del mar. Y luego rezan para que esa planta prospere. Y requieren muchos cuidados para poco rendimiento aunque hay higueras, como una que está en la Ruta Tremesana, que en sus tiempos dieron de comer a muchos conejeros. Según me contaron durante el paseo si las higueras dejan de podarse a los pocos años mueren.

La Geria es un entorno increíblemente delicado y cuidado con mucho trabajo y dificultad. Ni se os ocurra meteros en una geria (es así como llaman a los hoyos) para haceros una foto o tocar la planta por aquello de que es pintoresco.

Estas viñas, como podéis imaginar, tienen muy poco rendimiento y la vendimia suele ser bastante temprana. Aunque hay otras variedades la principal y más conocida es el malvasía, un vino blanco del que me gustaría poder hablar con propiedad pero soy un perfecto negado para estas cosas. A mi me gustó y os recomendaría probarlo, pero estoy lejos de poder hacerle una ficha de cata.

Para visitar La Geria lo más recomendable sería seguir la carretera que va desde Uga hasta Teguise o desviarse por la carretera que lleva a Tinguatón y Mancha Blanca. Y donde sea posible dejar el coche para adentrarse por los caminos que te llevan entre los viñedos o que te permiten subir a alguno de los viejos conos, como el del volcán de El Cuervo.

Para ver qué rutas se pueden hacer, ya que no todos los caminos tienen acceso público, os recomiendo buscaros alguna ruta en Wikiloc, como esta ruta circular que incluso sube a un volcán.

Insisto en lo que dije en el post sobre el risco de Famara y el de La Graciosa: no hay sombra, no hay agua y el camino no siempre va a ser cómodo, así que sombrero si no tenéis aguante bajo el sol, bebida en abundancia y calzado apropiado.

Si vuestro interés es también visitar algunas de las bodegas hay algunas que son visitables e incluso alguna web propone una ruta del vino por la zona con algunas recomendaciones. Si está bien, mal o regular ni idea porque no la hice. Soy más de los de caminar entre los viñedos pero lamento no haber ido a un museo que está en Masdache y que cuenta la historia del lugar de forma detallada.

El Mapa
Rutas relacionadas 

Lanzarote (IV): Parque Nacional de Timanfaya

domingo, 2 de abril de 2017

Timanfaya (Lanzarote, España)
Centro de Visitantes de Mancha Blanca


Timanfaya (Lanzarote, España)
Centro de Visitantes de Mancha Blanca


Timanfaya (Lanzarote, España)
Centro de Visitantes principal


Timanfaya (Lanzarote, España)
Valle del Silencio


Timanfaya (Lanzarote, España)
Ruta Tremesana


Timanfaya (Lanzarote, España)
Ruta Tremesana


Timanfaya (Lanzarote, España)
Cultivos de higueras en el lapili


Timanfaya (Lanzarote, España)
Ruta Tremesana


Timanfaya (Lanzarote, España)
Ruta Tremesana


Timanfaya (Lanzarote, España)
Ruta Tremesana


Timanfaya (Lanzarote, España)
Ruta Tremesana y mina de picón



"El día 1 de septiembre de 1730 , entre las nueve y las diez de la noche, la tierra se abrió en Timanfaya, a dos leguas de Yaiza... y una enorme montaña se levantó del seno de la tierra".
En España no estamos acostumbrados a tener grandes catástrofes naturales capaces de transformar totalmente una extensión significativa de terreno. No hay grandes volcanes, salvo el Teide, dormido desde hace siglos y ni se recuerda la última vez que un tsunami azotó nuestras costas. Tan sólo grandes temporales nos han afectado y ninguno de ellos es comparable a lo vivido en Lanzarote entre los siglos XVIII y XIX.

Con estas palabras que abren el post contaba Lorenzo Curbelo, párroco de Yaiza, lo que fue el inicio del mayor desastre natural de la historia de España. Las Canarias son una zona vulcanológicamente activa y en Timanfaya ocurrió el último gran episodio eruptivo.

Una cuarta parte de la isla, y buena parte de sus mejores tierras cultivables, desaparecieron bajo un manto de lava, ceniza y lapilis. Nueve pueblos desaparecieron y sus habitantes tuvieron que huir a otras partes de la isla y sobrevivir como pudieron, ante la prohibición inicial por parte del rey de abandonar la isla, temeroso de que esta fuese ocupada por los ingleses.

Más adelante se les permitió emigrar (y lo hicieron), pero aquellos que decidieron quedarse se enfrentaron a terribles hambrunas salvadas parcialmente con un ingenio que transformó los paisajes de la isla y aparecieron las higueras y los viñedos de La Geria y se explotaron zonas hasta entonces deshabitadas.

Andando el tiempo se fundó el Parque Nacional de Timanfaya-Montañas de Fuego, y aunque el territorio del parque se ha conservado magníficamente a lo largo de estos siglos era necesario asegurar su futuro.

El área administrada por el Parque no representa la totalidad de los campos de lava que surgieron aquellos días y aún estas partes fuera de su jurisdicción se conservan bastante bien. Y esto es así, básicamente, porque sería una locura tratar de construir o cultivar en buena parte de esta zona: toneladas y toneladas de escoria volcánica cubren esos terrenos y buena parte de ellos parecen totalmente estériles.

En el malpaís sólo algunos tímidos líquenes y algunas plantas invasoras, como la vinagrera, la aulaga o la tabaiba luchan por hacerse hueco allí donde pueden echar una raíz. En las montañas de lapili y en los islotes la vida se abre camino con más fuerza, pero siendo el clima tan árido y tan seco es un proceso extremadamente lento, a pesar de la creciente humedad que trae el cambio climático.

Visitar Timanfaya

Hay básicamente tres formas de visitar Timanfaya: en dromedario o en coche y autobús o a pie.

En dromedario tal vez es la manera más original por aquello de que en Europa no estamos acostumbrados a estos animales, pero por lo que veo no merece mucho la pena: 12 euros, 25 minutos a velocidad muy reducida y ya.

En coche es lo más normal. Consiste en llevar el coche hasta el centro de visitantes, previo pago de 9 euros por adulto y 4,5 por cada niño pequeño y una vez allí coger un autobús lanzadera que te lleva por una carretera de unos 14 kilómetros, haciendo brevísimas paradas, mientras una locución te va explicando lo que ves. Para los aficionados a la fotografía: paciencia. El bus no lleva las ventanas perfectamente limpias y además no se pueden abrir. No contéis con grandes fotos a pesar de estar en un paisaje absolutamente grandioso.

Es un trayecto bastante interesante pero que se hace corto y breve. Paras delante de algún jameo, delante de alguna zanja para ver los restos de roca derretida, como si fuera chocolate, paras delante de algún paisaje singular y de algún cono volcánico y la traca final es el Valle del Silencio, la parte más interna y espectacular del Parque. Parece como visitar un Marte gris.

Y eso es todo. El bus te deja en el centro de visitantes donde te harán demostraciones de alguna anomalía geotérmica lanzándole agua o quemando algo de paja.

Y lo que te queda es comprar souvenirs o comer, algo caro, en el restaurante El Diablo. La comida, cocinada con el calor del volcán, no es demasiado abundante pero, al menos el plato que tomé, está bastante buena. Mi única queja sería el servicio pero vamos a decir que son humanos, cometen errores y me tocó a mi ser el "olvidado" dentro de la mucha gente que había a esa hora. Donde no cometieron errores fue a la hora de cobrar, donde lo que había pedido (y no me trajeron) aparecía perfectamente facturado. Afortunadamente, tampoco cometieron errores al atender a mi reclamación y descontaron esa parte.

A pie es mi manera preferida de visitar Timanfaya. Es tal vez la más desconocida de las visitas al parque y, de muy lejos, la más interesante. Se trata de la Ruta Tremesana.

La visita no comienza en el Centro de Visitantes del restaurante, si no desde otro diferente, el Centro de Visitantes de Mancha Blanca, un pequeño edificio situado al borde de un campo de malpaís de lo más estéril que vi en Timanfaya y donde hay una pequeña exposición acerca del Parque y de su historia. Aunque no es necesario reservar con anticipación si vas en el primer turno (en mi grupo varios visitantes no aparecieron), es más que recomendable utilizar la web que ponen a tu disposición para ello. El coste es gratuito y el recorrido, de varios kilómetros, dura unas tres horas.

Si hace sol, recomiendo llevar bebida y si no estás acostumbrado a caminar bajo la solana, una gorra, sombrero o sombrilla. Y calzado cómodo. Unas zapatillas de deporte pueden valer si se anda con cuidado. Y si no hace mucho calor, no está de sobra llevarse algo de manga larga, porque la brisa es constante.

Lo primero que hay que saber es que el camino no empieza en el Centro de Visitantes. Desde ahí salen dos grupos de forma simultánea en todoterreno hasta ambos extremos de la ruta de forma que cada grupo se va en el todoterreno que trajo al otro grupo.

Una vez aparcado el todoterreno los guías te llevan por un camino del que no te puedes salir y te van explicando paso a paso todo lo que ves y responden a las preguntas de los visitantes. Es gente muy amable y muy profesional que hacen el camino muy ameno.

Por el camino verás zonas de lapili, algunos islotes (montículos que ya estaban ahí antes de la erupción y que no han sido totalmente cubiertos por lava o ceniza), alguna anomalía geotérmica y tramos de malpaís con lavas de tipo AA y pahoehoe. También podrás entrar en un jameo para ver cómo es un tubo volcánico reciente por dentro.

Mi recorrido terminó al lado de una antigua mina de picón, el lapili que los conejeros aprovecharon durante mucho tiempo para cubrir el terreno de sus fincas. De esta forma evitan que las malas hierbas las invadan, mientras aprovechan su capacidad de condensar el agua. En una zona tan árida toda ayuda es poca.

El Mapa
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