Provence-Alpes-Côte d'Azur (IV): Luberon (I): Gordes y la Abadía de Senanque

domingo, 9 de diciembre de 2018

 

La santísima trinidad que forman Avignon, Arlès y Nîmes puede arrojar un poco de sombra sobre las maravillas que hay en las cercanías.

Y una de las maravillas más maravillosas es la pequeña y par mi desconocida (hasta que fui por allí) región de Luberon. Aunque hay que decir que no "tan" desconocida. Si os acordáis de una película de hace unos años titulada "Un buen año", fue rodada y está ambientada en este lugar, basada en un libro que tuvo cierta fama en Reino Unido.


Luberon es un pequeño macizo (en realidad tres cadenas montañosas que confluyen aquí) trufado de paisajes excepcionales y de pequeños pueblos de esos que salen en las películas románticas y que, quizá, asociamos más a Italia.

Tal vez esto último sea debido al intenso sustrato romano que ya hemos visto en los artículos de Nîmes o Arlès, pero lo cierto es que en mi instagram hice una encuesta y la mayor parte de la gente pensaba que el pueblo que vamos a conocer hoy, Gordes, estaba en Italia.


Gordes es un pueblo monumental. Construído en la ladera de una montaña recuerda un poco a Les Baux de Provence, pero diría que Gordes es más espectacular. De hecho, hay quien lo considera como uno de los pueblos más bonitos de Francia y es el más visitado de toda la región.

Aviso que para aparcar es complicado. Hay algún parking de pago y para encontrar uno que no lo sea hay que seguir por la carretera que va a la Abadía de Senanque (ver mapa) y luego caminar un buen trecho. En otros pueblos en los que estuve no tuve estos problemas pero, como siempre, con Google Maps y un poco de preparación se puede aparcar gratis hasta en Andorra.


El nombre del pueblo procede de una tribu prerromana, los vordenses, que construyeron un enclave defensivo para otra población, la actual Cavaillon (que no conozco). Su carácter de bastión se mantuvo a lo largo de la historia y la familia D'Agoult, señores de Luberon, construyeron en el pueblo una serie de fortificaciones que con el tiempo y las reformas son el origen del castillo actual. Su fortaleza era tan fuerte que durante las Guerras de Religión resistió el asedio con éxito.

Durante la Segunda Guerra Mundial Luberon fue un importante foco de la Resistencia y durante la evacuación de los alemanes los habitantes fueron represaliados y varias casas demolidas en un intento de frenar a los Aliados.

 

Como en muchos pueblos lo suyo no es tanto ver "algo" como simplemente dejarse ir por las calles, aunque hay algunas cosillas que os puede gustar visitar, como el castillo (aunque ha sido reconstruido tantas veces que no tiene pinta de castillo) o la iglesia

Por desgracia no preparé lo suficientemente bien este viaje y me perdí otros sitios interesantes en las cercanías como Bories, un pueblo típico de pastores de Apt, con cabañas de piedras apiladas (buscad fotos y llamadme borrico) o las bodegas subterráneas del Palais Saint Firmin, excavadas en la roca.

Abadía de Senanque


Lo que sí visité fue la Abadía de Senanque. Aviso que hay que dar un rodeo tremendo para llegar a ella porque la carretera, al menos en época turística, es de un solo sentido en parte del recorrido, lo que en la práctica te obliga a hacer un largo desvío para hacer unos míseros 4 kms.

Senanque es una Abadía cisterciense que ha conocido una historia bastante turbulenta, con varias expulsiones de los monjes. Aunque parece un edificio antiguo su comunidad monacal vive ahí desde una época tan reciente como 1988, aunque el monasterio primitivo fue fundado allá por el siglo XII.


Esta primera etapa termina abruptamente durante las Guerras de Religión, con la destrucción de la abadía y el ahorcamiento de sus monjes y no sería hasta el siglo XIX, y sólo durante unas décadas, fue nuevamente ocupado.

Hoy en día es visitado por sus campos de lavanda. En los que están frente al monasterio, fuera del recinto y al lado del parking es complicado hacer fotos por la enorme cantidad de turistas que hay allí. Me llamó la atención la cantidad de orientales que visitan esta pequeña abadía



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Provence-Alpes-Côte d'Azur (III): Les Baux de Provence

domingo, 2 de diciembre de 2018

No hay muchas ciudades en el mundo que puedan presumir de dar nombre a un tipo de rocas. Pues hay una en Francia que sí puede hacerlo: la villa de Les Baux de Provence.

 

En el artículo anterior habíamos hablado de los Alpilles, de donde salía el agua que alimentaba a los molinos de Barbegal. Les Baux de Provence es una de las varias comunas en las que se divide este macizo y debido a las rocas que existen cerca de su capital da nombre a la bauxita. ¿Os suena, verdad? Es un mineral aluminoso que fue explotado por primera vez en esta comuna.

Pero no me acerqué hasta Les Baux de Provence para estudiar geología o hablar de piedras. De hecho, lo de la bauxita fue una pequeña sorpresa que descubrí mientras preparaba este post. Mi interés era el pueblo en sí, una villa medieval con buenas vistas y una arquitectura tradicional estupendamente bien conservada.

 

Una de las cosas que molan de Les Baux de Provence es que hay aparcamientos gratuitos (¡y polvorientos!) para visitar la villa, que en un sitio tan sumamente complicado orográficamente y donde hay tan poco espacio disponible, se agradece especialmente.

La villa en sí está coronada por los restos de lo que un día fue un gran castillo. De hecho, la capacidad de defensa de este territorio atrajo a poblaciones humanas desde tiempos prehistóricos ya que hay restos que proceden de la Edad de Bronce. Ocupado por preceltas, celtas y romanos los habitantes de Les Baux de Provence evolucionan desde el nomadismo a una sociedad más moderna, sedentarizada y que hacía intercambios comerciales con gentes venidas del Mediterráneo. Entre ellos los griegos que se establecieron en Arlès.

 

Tras la época romana la villa gana en importancia y los príncipes de Les Baux de Provence, que se consideraban a sí mismos descendientes del rey mago Baltasar, construyeron el castillo desde donde dominaron la región. Y así fue hasta que se extinguió la dinastía en el siglo XIV, cuando la princesa de Les Baux y de Provenza entera, la Reina Juana de Nápoles, fue asesinada. La guerra de sucesión que siguió terminó con Les Baux de Provence asociada, junto con el resto de la Provenza, al Reino de Francia.

Tras varios azares durante las Guerras de Religión, en los cuales Les Baux de Provence era un foco de protestantismo, los habitantes, cansados de ser objetivo de unos y de otros, pidieron al rey comprar el castillo y desmantelarlo para terminar con la violencia. El rey aceptó y unos años después creó el marquesado de Les Baux en favor de la familia Grimaldi. Desde entonces y hasta ahora el heredero del trono monegasco tiene entre sus títulos el de Marqués de Les Baux.

 

Y un par de siglos después fue cuando se empezó a explotar la bauxita, que fue una de las industrias de la ciudad hasta agotar el yacimiento. Afortunadamente esta época de industria no afectó a su casco urbano, que siguió conservando su belleza y carácter medieval, lo que atrajo a pintores de la talla de Van Gogh o Picasso. Conociendo el lugar no me extraña la atracción que sintieron por este pueblo.

Hoy en día Les Baux de Provence viven del turismo, pero también de los productos de la tierra, sobre todo vino y aceite. Hay muy buenos restaurantes en la villa, incluso algunos con estrellas de la Guía Michelin así que ya podéis imaginar que comer aquí barato, lo que se dice barato, no es.

 

La villa tiene mucho patrimonio. Pero como pasa con la mayor parte de los pueblos que reseño aquí no voy a recomendar nada en concreto. Lo mejor es llegar y perderse por sus calles, que están repletas de rincones maravillosos: casas, iglesias, restos del castillo, miradores. Todo merece la pena en Les Baux de Provence.

Mi única recomendación sería ir fuera de la temporada alta. El lugar es tan bonito que recibe muchísimos visitantes, con las consiguientes incomodidades para todos: es complicado pararse a tomar algo, hacer una foto con calma o simplemente callejear sin tener que sortear a algún grupo que se para en mitad de la calle para decidir qué van a hacer a continuación.

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