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Tenerife (I): El Teide, cómo subir y bajar del techo de España

lunes, 30 de marzo de 2020


 Roque Cinchado con el Teide al fondo

Una de las actividades más populares cuando uno visita Tenerife es visitar el Teide. El Parque Nacional del Teide es uno de los más visitados del mundo, con más de cuatro millones de visitas anuales.

Subir a la cumbre es una actividad para unos 200 privilegiados diarios que han solicitado permiso para subir. Hay plazas adicionales para quienes suben con guía (a pie) y para aquellos que duermen en el refugio Altavista (hay que solicitar plaza con antelación). Para el resto, suban en el Teleférico del Teide o lo hagan a pie por cuenta propia, su ascensión se termina en La Rambleta, a algo menos de 200 metros de altitud por debajo de la cumbre y a unos 700 metros de esta.

Las Cañadas del Teide

¿Cómo prepararse para la subida?

Hay que tener en cuenta una serie de cosas a la hora de subir. Aunque no sea exactamente alpinismo es una actividad física muy exigente. No es para todos los públicos y mujeres embarazadas, gente con sobrepeso o con problemas cardiovasculares o pulmonares no deberían ni plantearse la aventura. Es importante que hagáis kilómetros en las semanas previas en alguna montañita de vuestro entorno y trabajéis un poco los gemelos ya que van a sufrir, sobre todo en la bajada.

La altitud puede jugar una mala pasada. El sendero empieza a más de 2300 metros de altitud. Eso significa que la cantidad de oxígeno disponible es menor que en nuestros lugares de residencia, y va a ir disminuyendo con cada metro de ascenso. Cada esfuerzo va a ser más fatigoso que en vuestro entorno habitual.

Sendero 39

Yo, por ejemplo, hago casi toda mi vida cerca del nivel del mar y lo noté mucho, hasta el punto que mi primer intento se terminó antes de empezar. Dormir bien la noche anterior y el ibuprofeno tomado con un poco de antelación pueden ayudar a prevenirlo pero si os da mal de altura lo mejor es descansar e iniciar el descenso si véis que no se pasan los síntomas.

Lo primero es equiparse adecuadamente. El terreno no es ni mucho menos regular, y cuando cruzas las coladas tus pies van a sufrir una pequeña tortura incluso si tienes costumbre de caminar. Es importante contar con calzado adecuado y si es posible que proteja el tobillo contra torceduras. También es bueno contar con calcetines cómodos y tal vez algo de vaselina que te proteja contra ampollas.

 
Tajinastes en el aparcamiento de Tabonal Negro

Hay que llevar abrigo. A pesar de que en la base puedan rondarse los 30 grados, al ascender y llegar a las cercanías de la cumbre normalmente va a estar por debajo de los 10, e incluso de los cero. Comprobad en internet la temperatura de la cumbre. No llevéis abrigos pesados (salvo si vais en teleférico) porque cada gramo extra que llevéis va a ser una losa en determinados momentos.

Eso aplica también para todo lo que queráis llevar, como la cámara de fotos. Subí con una réflex y aunque estoy feliz de haberlo hecho posiblemente no repetiría la experiencia.¡Qué coño! No lo haría.

Zona de Montaña Blanca, antes de que se ponga duro el asunto

Hay que llevar comida y bebida. Puede parecer una tontería pero llevé más de lo que pensaba que iba a necesitar y bajé sin nada de ello. En mi caso dos litros de agua y media docena de barritas de cereales. Si os quedáis cortos siempre podéis comprar algo en las máquinas expendedoras del refugio Altavista. Eso sí, a precio de zona turística en Londres. Tampoco es mala idea llevar una botella extra para dejar en el coche y darle un buen trago antes de empezar el paseo. Y otro al volver. Os hará falta.

Esos pedruscos son los Huevos del Teide.

¿Dónde aparcar el coche?

Tal vez parezca una pregunta tonta, pero pensad por un momento en que váis a dejar un coche sin vigilancia en un lugar lejos de todo. Salvo si subís y bajáis el mismo día, que entonces es muy posible que haya gente en todo momento en el aparcamiento, vuestro coche de alquiler (y vuestra fianza) se quedan a merced de cualquier caco que pueda pasar.

Por eso la opción preferida de quienes duermen arriba es aparcar el coche en el teleférico. Ese aparcamiento queda cerrado con barrera y apartado de la carretera y es menos atractivo que otros que están situados al lado mismo de la calzada.

Se acabó la buena vida. Dejamos Montaña Blanca y empieza lo duro

El problema es que a la subida al Teide hay que añadirle como 4 kilómetros más por el sendero 39, que empieza (más o menos) a la altura del edificio del teleférico, al otro lado de la carretera.

Si subís el mismo día podéis probar suerte con el aparcamiento de Montaña Blanca, donde empieza el sendero o, si no hay mucha suerte, en el de Tabonal Negro, que está a 700 metros de Montaña Blanca en dirección al Teleférico. El sendero 39 une estos dos aparcamientos (bueno, más o menos... hay que hacer un pequeño tramo por la carretera).

Estancias de los ingleses. Último refugio natural

Subiendo

Y empezamos el ascenso, siguiendo el sendero 7, que empieza en el aparcamiento de Montaña Blanca. El primer tramo, de algo más de 4,5 kilómetros te lleva por una pista para todoterrenos que transcurre entre piedra pómez y con vistas a la parte norte de la isla. Desde ahí se puede ver el Valle de la Orotava y la ¿población? de Cañadas del Teide (ignoro si hay población permanente o si sólo son establecimientos de hostelería).

El camino está cerca de su final cuando llegas a los Huevos del Teide, que son unas bolas de lava que adelantaron a sus propias coladas y que fueron ganando masa al rodar sobre capas de lava más fría. La gravedad las hizo rodar mucho más abajo del campo de lava del que proceden.

 
Saliendo del Refugio Altavista

Este tramo se puede hacer a buen paso hasta que termina esta pista, pero sin forzar. Ahí es donde empieza lo duro. Si te arrepientes y piensas en dar la vuelta, o si vas sobrado de fuerzas, el mirador de Montaña Blanca está a unos cientos de metros, más o menos a tu misma cota.


Desde el final de este camino hasta el refugio Altavista hay poco más de 2,5 kms pero salvas un desnivel de más de 500 metros. El terreno parece malo al principio, pero empeora notablemente cuando se llega a las coladas de lava negra de las erupciones más recientes. Todo este tramo hay que hacerlo con calma y sin forzar si tu forma no es la adecuada. Cada esfuerzo extra que se haga por aquí se pagará más adelante, así que fuérzate a ser paciente aunque algunos senderistas más acostumbrados a la alta montaña te pasen como aviones. No es una carrera. Lo importante es llegar.

El sendero 7 entre las coladas más recientes 

Cuando llegues a las Estancias de los Ingleses estarás rondando los 3000 metros de altura. Si vas hasta la cumbre ya "sólo" quedan 718 metros de desnivel por salvar. En este punto estás a la mitad de tu ascensión.

Este es un punto interesante. Aquí era donde acampaban aquellos que se aventuraban a subir hasta la cumbre antes de la construcción del refugio (¡y del sendero!), para hacer noche antes de emprender la última etapa. Si a mí me pareció durillo subir, lo de esta gente está en una categoría completamente diferente.


Unos minutos más arriba encontrarás el refugio. Es un buen lugar para descansar y recuperar algunas fuerzas antes de encarar la parte final del ascenso. Desde aquí a La Rambleta hay unos dos kilómetros de camino por coladas de lava tremendamente incómodas. Si tienes billete de bajada en el Teleférico y ves que no vas a llegar a tiempo (ojo que cierra temprano) y andas justo de fuerzas es un buen momento para plantearse abandonar. O si se te va a hacer de noche para la bajada.

Violeta del Teide

No abandoné. Seguí subiendo y odiando cada paso. El caso es que pensaba que el Teleférico cerraba más tarde y para cuando me enteré de que no llegaría a tiempo ya no tenía humor para abandonar. No había pasado ese infierno para nada y seguí subiendo.

En este punto ya te lo tomas con calma: sabes que vas a tener que bajar a pie y lo único que deseas es llegar. Paras, pero no te sientas. Das unos cuantos pasos, sigues, aguantas lo que puedes y vuelves a parar. Y te animas a ti mismo para continuar, porque el camino es duro.

Y todavía quedaba esto por subir

Una de las pequeñas recompensas de la ascensión es la Violeta del Teide. Cuando la ves por primera vez te sorprende que una flor tan bonita esté a esa altitud. Y después te enteras de que está en un grave peligro de extinción y que sólo es visible a finales de la primavera. Tuve la suerte de ir en el momento apropiado.

A estas alturas ya odiaba mi cámara. Tanto es así que entre el Refugio Altavista y La Rambleta casi no tengo fotos. Ese el momento en que subes por voluntad, porque el cuerpo sólo quiere pararse y descansar

 
 Llegando a La Rambleta
Para mucha gente, La Rambleta es el final del trayecto. Para otros, los afortunados que cuentan con permiso o van fuera de horas porque han pasado la noche en el Refugio, quedan todavía unos escalones para ascender a la cumbre. Algo más de medio kilómetro.

Para los que van sin permiso pero aún tienen fuerzas hay otros destinos alternativos, como el Pico Viejo, cuyo acceso todavía está permitido. Un año de estos lo haré.

El mapa... bueno, lamentablemente Google no tiene en su base de datos cómo ir desde el párking del Teleférico hasta el Pico del Teide yendo por el sendero 39, así que os añado la ruta de Wikiloc para llegar.

No recomiendo en absoluto meterse por la carretera. Aunque la gente en general es prudente se trata de una carretera sin arcén de ninguna clase y ninguna escapatoria, con tramos de poca visibilidad. Mala combinación si a eso le sumamos turistas con poca habilidad al volante, conduciendo por un lugar que no conocen, en un coche que no es el suyo y distraídos por el paisaje

El Mapa
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Azores (III): Lagoa do Fogo, una laguna en el cráter de un volcán

viernes, 28 de junio de 2019

 

De Azores ya conocemos un volcán, el de Sete Cidades, que es el más grande y espectacular. Pero tal y como había mencionado, la isla es abundante en cráteres y alguno más merece la pena.

El de Lagoa do Fogo es donde se registraron algunas de las erupciones más recientes de São Miguel, allá por el siglo XVIII y uno de los más bonitos. Su situación, en el centro de la isla, más retirado de Ponta Delgada, y el hecho de que para llegar al interior hay que meterse una buena pateada lo convierten en un lugar mucho más natural y salvaje que Sete Cidades.

 

El volcán de Lagoa do Fogo es el más joven de la isla de São Miguel, y se habría formado hace unos 15000 años y su forma actual se habría fijado hace unos 5300, cuando colapsó un edificio anterior. La última erupción registrada fue poco después de la llegada de los portugueses, allá por 1563 (y que no tengo ni idea de en qué parte del cráter ocurrió porque no vi nada de nada)

Hay dos formas de llegar a Lagoa do Fogo. Una por el sur, desde la costa de Vila Franca do Campo y la otra desde el norte, desde la carretera que pasa por Caldeira Velha. Si el día está nublado os aconsejo la ruta sur, porque el mirador puede estar cubierto de niebla y desluce las vistas.


Como siempre, cuando se trata de senderismo hay que tener unas pequeñas precauciones: ropa adecuada, dependiendo del clima y calzado adecuado porque son varios kilómetros de caminata (¡y vuelta!) y en algunos tramos puedes pisar cemento cubierto de musgo. Aparte, agua y comida.

El camino sur, que es el que conozco, empieza en un aparcamiento cerca de la conocida como Fábrica da Cidade, una antigua central hidroeléctrica en ruinas que no visité, entre Praia y Água de Alto. Lo de aparcamiento es un decir. En mi caso el coche quedó en una cuneta, bien arrimado para permitir el paso de otros coches y vehículos agrícolas.

 

A partir de ahí comienza la ruta por un camino rural bastante polvoriento. Como dije en la ruta de preparación, São Miguel es mucho más agrícola que turística, así que es muy fácil encontrarse con tractores, pick ups o vacas por el camino. Hay que ser precavidos y tener en cuenta que una vaca con un ternero se puede volver un poco agresiva.

Aunque el camino en principio es suave se va a ir endureciendo progresivamente. Tampoco es que sea como subir el Teide, pero algunas cuestas es mejor tomárselas con calma. La primera parte no es demasiado bonita. Tal vez algunas vistas sobre la costa para amenizar el paseo pero poco más. Eso y el canturrear del agua que baja... en tuberías.

 

La cosa mejora con el bosque de criptomerias. La criptomeria es un tipo de árbol que procede de Extremo Oriente y que en la isla se ha plantado extensivamente para su explotación forestal. Por desgracia casi todo el bosque autóctono ha sido barrido del mapa y la criptomeria y otras invasoras ocupan su lugar. Son bosques que tienen algo de exótico, como pasearse por Endor. En algunos momentos tenía la sensación de que me iba a saltar un ewok de detrás de un helecho.

Y al final del camino ancho llegamos a la levada que comunica el cráter con las canalizaciones que llevan agua hasta las zonas pobladas del sur de la isla. Como en Madeira, la gestión del agua es un asunto capital. De hecho, el agua de la Lagoa do Fogo es una de las reservas de agua más importantes de São Miguel.


El paseo por la levada es quizás el tramo más bonito. El bosque y la vegetación de arbustos y herbáceas que rodea a la levada son realmente bonitos y te hacen sentir como en el trópico o algún lugar muy alejado de Europa. El colorido en un día soleado es soberbio. Desgraciadamente, es un tramo relativamente corto y hubiera deseado que durase algo más.

El tramo final antes de la Lagoa es la parte de cráter que se abre hacia el sur. Por aquí las coladas del volcán vertieron sus flujos magmáticos en el pasado. La antesala es una parte muy verde y con vegetación y a continuación la caldera se abre totalmente en un gran anfiteatro.

 

Y esta, amigos, es la parte más peligrosa del paseo: en época de cría está llena de gaviotas agresivas que van a marcar territorio. Durante mi paseo avanzar fue sencillo, pero volver fue un infierno de vuelos rasantes y bombas de guano. Tenedlo en cuenta antes de subir porque son bastantes. Os recomendaría ir con un paraguas por si deciden buscar el contacto físico en sus ataques, que también puede pasar. Y si podéis ir acompañados, mejor que en solitario.

La Lagoa está en la parte alta de la caldera y es una zona donde, curiosamente, apenas había gaviotas. Desde allí hay un pequeño alto que servirá de mirador y desde el que veremos buena parte de la laguna. El día que fui, soleado, la laguna tenía un color azulado muy bonito. Al frente se ve una playa por la que tal vez podréis ver a gente paseando: son los que han cogido la ruta norte, desde el mirador. O tal vez gente que vino desde el sur y tenía tiempo y humor para rodear la laguna.

 

A mano derecha un camino inicia un lento ascenso que lleva a un mirador, pero a esas alturas y con las gaviotas un poco nerviosas preferí no continuar.

El baño en la laguna está terminantemente prohibido. Además de su innegable valor ambiental ya que en toda la caldera hay especies endémicas de la isla que tienen aquí uno de sus últimos refugios, el hecho de ser una reserva de agua dulce de las más importantes de la isla hace que sean especialmente cuidadosos con ella.

En cuanto al mapa, el único punto que os vale es el primero, que es donde empieza la ruta, que por otra parte está bien señalizada. Podéis conseguir puntos para el GPS y un mapa en este enlace


El Mapa

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Azores (II): Sete Cidades: Un pueblo en el cráter de un volcán activo

martes, 11 de junio de 2019


 
Dentro de los muchos atractivos que contiene la isla de São Miguel el más conocido es el enorme cráter de Sete Cidades, que tiene un diámetro de unos 6,5 kilómetros y a su vez contiene varios cráteres menores más recientes y dos lagunas que, si las condiciones de luz son propicias, verás de diferente color: una verde y otra azul.

Un buen lugar para empezar esta ruta sería la zona de las lagunas. En las laderas de Sete Cidades se encuentran varias lagunas con su correspondiente parque forestal. Atentos al horario u os pasará como a mi teniendo que volver otro día. Las dos más conocidas son la Lagoa das Empadadas y la Lagoa do Canário.


Tanto Lagoa das Empadadas como Lagoa do Canário conducen a unos miradores fantásticos sobre la isla. El que está en la parte alta de Lagoa das Empadadas, Pico Paúl, es tal vez el menos conocido mientras que Boca do Inferno, al que se accede desde la Mata (bosque) do Canário, es la imagen por excelencia del archipiélago, con unas vistas excepcionales sobre Sete Cidades.

Si seguimos montaña arriba por la carretera que une los parques de ambas lagunas llegaremos a un desvío que nos conduce al interior del cráter. Por el momento vamos a ignorar esta carretera, pero luego bajaremos por ella. Seguiremos un poco más adelante, como medio kilómetro o así hasta llegar al mirador de Vista do Rei.


Vista do Rei es tal vez la mejor vista sobre Sete Cidades y otra de las imágenes icónicas del archipiélago. Desde aquí se ven las dos lagunas, Lagoa Verde y Lagoa Azul, de forma consecutiva. Con buenas condiciones de luz la vista tiene que ser extraordinaria. Con luz fea, lo que me tocó en suerte, la vista impresionaba. Y es más impresionante desde la azotea del hotel que está justo ahí.



Este hotel, un tremendo fiasco económico cuya historia cuentan muchos otros blogs, está abandonado y saqueado hasta tal punto que se han llevado la caja del ascensor y le han mangado hasta las moquetas. Es bastante postapocalíptico y por ello mismo fetiche de los amantes del urbex. Teóricamente está prohibido entrar en el edificio, pero nadie está ahí para impedirlo. Con cuidadito y con responsabilidad: yo casi me caigo por un agujero por no estar atento.

La carretera continúa hacia Ponta Delgada, pero si no tenéis mucho miedo a ensuciar el coche hay una ruta de tierra que rodea todo el cráter por la cima. Hay vistas sobre Sete Cidades y las diferentes calderas que contiene de todas las formas, ángulos y colores. Y senderistas y motoristas a lo largo de los casi veinte kilómetros, así que precaución. Y cortesía: en algunos puntos la pista es estrecha y habrá gente que haga lo mismo que vosotros, pero en sentido contrario.


Y al terminar de rodear Sete Cidades volvemos al cruce del que hablé antes y vamos a bajar por él. Hay un par de miradores por el camino en los que merece la pena parar, tanto por las vistas sobre Lagoa Verde y Lagoa Azul, como a la caldera que contiene la Lagoa de Santiago.

Más adelante llegaremos al puente que cruza el estrecho entre ambas lagunas. Antes de cruzarlo os recomendaría seguir por la pista de tierra que hay a la derecha. Es una pista de tierra de varios kilómetros que nos llevará al extremo norte de la Lagoa Verde. Al final del camino hay un pequeño parque (hay varios en toda la caldera de Sete cidades) muy tranquilo a donde no va nadie o casi nadie. Fue un rinconcito que me gustó especialmente, con los árboles a pie de agua y las paredes del  cráter al fondo, con mucho verde y mucha vida.


De vuelta al puente podemos terminar esta ruta en el pueblo de Sete Cidades, capital de la freguesía (parroquia). No es un pueblo especialmente bonito, pero tiene su encanto. La iglesia me pareció el edificio más destacado. Casi enfrente de la salida de la iglesia hay un pequeño bar con su restaurante que por un precio muy ajustado os ofrece comida local. Si tenéis hambre es un buen sitio para parar: el filete de atún a la plancha que comí estaba increíble y no llegó a los siete euros.

Si queréis seguir explorando hay un par de carreteras más que recorren la caldera o ver el mirador desde la orilla opuesta de la Lagoa Verde, donde hay un túnel de desagüe. Por desgracia, me enteré demasiado tarde de su existencia. Este túnel sirve para que en caso de aumentar el nivel de las aguas de las lagunas el exceso de agua pueda aliviarse al exterior de la caldera, evitando inundaciones en el pueblo y en los terrenos más cercanos al agua.


Como todo lugar mágico, Sete Cidades tiene leyendas que explican su origen. Algunas bastante pintorescas, como la del obispo portugués que huyendo de la invasión árabe de la península habría llegado a este lugar. O la princesa que habiéndose enamorad de un pastor llenó con sus lágrimas las lagunas.

Sin embargo la realidad, esta vez menos poética que la leyenda, habla de una isla volcánica que nace en las cercanías del encuentro entre las placas africana, americana y europea. Tal como mencioné en el artículo de preparación, dependiendo de en qué isla estás estarás en un continente o en otro. En el caso de São Miguel, estás en Europa

El Mapa
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Lanzarote (y VI): Yaiza

sábado, 22 de abril de 2017

Playa Quemada (Yaiza, Lanzarote)
Playa Quemada (Yaiza, Lanzarote)


Puerto de Playa Blanca
Puerto de Playa Blanca


Vista desde Montaña Roja
Vista desde Montaña Roja


Montaña Roja (Yaiza, Lanzarote)
Montaña Roja (Yaiza, Lanzarote)


Los Hervideros (Yaiza, Lanzarote)
Los Hervideros (Yaiza, Lanzarote)


Los Hervideros (Yaiza, Lanzarote)
Los Hervideros (Yaiza, Lanzarote)


Salinas de Janubio (Yaiza, Lanzarote)
Salinas de Janubio (Yaiza, Lanzarote)


Salinas de Janubio (Yaiza, Lanzarote)
Salinas de Janubio (Yaiza, Lanzarote)


El Golfo
El Golfo


El Golfo (Yaiza, Lanzarote)
Charco de los Clicos


Como habéis podido ver Lanzarote es una isla pequeña pero intensa, con muchas cosas para ver en su escasa extensión. No me extraña nada que la gente esté muy enamorada de esta isla y de sus lugares.

Esta última ruta la voy a dedicar a Yaiza, un municipio del que conocemos la parte norte, donde están La Geria y Timanfaya, pero que aún tiene bastante para ofrecer.

Empezaremos camino en Playa Quemada, un pequeño pueblo de pescadores muy cerca de donde termina la zona más turística de Lanzarote. La gracia de Playa Quemada es doble.

Por un lado se trata de uno de los últimos pueblo de pescadores de Lanzarote. A pesar de estar al lado del puerto deportivo y las urbanizaciones turísticas de Puerto Calero en Playa Quemada no hay hoteles. No sé si hay algún alojamiento de menor categoría. Al menos yo no lo ví.

Lo que sí hay en Playa Quemada son varios bares y restaurantes, pero no tengo ni idea de cómo serán. Podéis echar un ojo en TripAdvisor, si es que están, aunque siendo un pueblo de pescadores yo me arriesgaría.

Por otro lado Playa Quemada es la puerta de una de las partes más vírgenes de Lanzarote, ya que es uno de los pocos accesos a un trozo de costa alejado de cualquier núcleo habitado y a donde no se puede llegar por camino asfaltado alguno. Así que hay gente que no se arriesga con las pistas que cruzan el macizo de Femés, deja el coche en Playa Quemada y va a las playas y caletas de esta zona a pie desde aquí.

Rodeando el Macizo y atajando por Femés llegaremos a la playa de Papagayo y las playas de Rubicón. Para acceder a buena parte de esta zona toca pasar por caja, ya que hay una cabina donde te van a cobrar por el aparcamiento algo así como cinco euros por vehículo. También puedes caminar, pero hasta Papagayo es un paseo. De todas formas, a partir de las seis o siete de la tarde el puesto de cobro cierra y se puede acceder libremente.

La Playa de Papagayo es muy icónica dentro de la isla y la más famosa de todo el sur de Lanzarote. En ella se rodó un clásico como "Hace un millón de años", donde un grupo de esforzados hombres prehistóricos se peleaban con una iguana gigante animada por Ray Harryhausen.

Hoy en día es una playa bastante tranquila y concurrida con vistas al Islote de Lobos y a la vecina isla de Fuerteventura. Un chiringuito al nivel del aparcamiento es la única posibilidad de comprar comida o bebida en esta zona.

No voy a pararme con Playa Blanca y las urbanizaciones adyacentes porque básicamente no me interesa para nada este tipo de lugares. Hay un puerto deportivo, Marina Rubicón, y el puerto de Playa Blanca, donde amarran los pescadores, embarcaciones deportivas y está el muelle que comunica a Lanzarote con el cercano puerto de Corralejo en Fuerteventura.

Pero al lado de Playa blanca, y con chalés y apartamentos construidos hasta sus laderas está el volcán de Montaña Roja. Es una lástima ver como la presión urbanística es capaz de construir hasta en lugares como este.

El volcán es fácil de visitar ya que hay senderos que permiten su ascenso con mucha comodidad y tiene la curiosidad de visitar un cono volcánico por dentro. A pesar de su escasa altitud tiene unas vistas estupendas del sur de la isla de Lanzarote, permitiéndote ver todo el municipio de Yaiza desde su cumbre. Como tantos otros montículos rojos o rojizos de las Islas Canarias se trata de un volcán antiguo y este color es el que adquieren los materiales que expulsó en su día al ser oxidados durante millones de años. En la parte más baja del cono una pequeña mancha verde muestra donde se concentra casi toda el agua las pocas veces que llueve.

Si miráis al oeste podréis ver un hotel abandonado y más al norte la característica mancha de las Salinas de Janubio.

Las Salinas de Janubio hoy en día no son rentables y que se mantienen en funcionamiento gracias a ayudas públicas por su valor histórico, etnográfico y cultural, fueron en su día una de las principales industrias de la isla. Hoy son más bien una especie de museo al aire libre para mostrar a las generaciones actuales cómo se extraía la sal y cómo se ganaba la gente la vida en una isla tan desértica como Lanzarote. Para los curiosos, hay una playa de arena negra entre las salinas y el mar abierto y que debe ser de las menos concurridas de la isla. Buen sitio para ir tranquilos.

Hay varios miradores en torno a las Salinas de Janubio y también se pueden visitar por las mañanas, en el horario de apertura del Almacén de la Sal.

Siguiendo por la carretera que empieza al lado de las Salinas de Janubio entramos ya en el área afectada por las erupciones de Timanfaya. Y aunque la lava se detuvo al llegar al mar dejó algunos lugares curiosos como los Hervideros.

Los Hervideros reciben su nombre por el efecto del agua al chocar contra el acantilado. Por un lado, la espuma de mar le da aspecto de agua hirviendo y por otro el aire, atrapado entre la roca y la ola, se comprime y sale silvando por los bufones que la erosión ha ido excavando en el terreno.

La visita es muy sencilla ya que la zona ha sido acondicionada con caminos y balcones para poder disfrutar del lugar y hay un amplio aparcamiento justo al lado. Se puede visitar en cualquier momento y no hay que pagar ni por aparcar, ni por la entrada.

Siguiendo nuestro camino hay otra playa de arena negra y una pequeña poza litoral, preludio del Charco de los Clicos, que es otra de las atracciones turísticas de la zona.

El Charco de los Clicos se ha formado en un anfiteatro originado por las erupciones de Timanfaya y que se conoce como El Golfo. En ell momento de escribir esto no es visitable: el acceso principal ha sido cortado por riesgo de derrumbe y el acceso desde el pueblo de El Golfo está perfectamente señalizado para prohibir a la gente que se acerque.

Esta ruta termina en el pueblo de El Golfo, otro pueblo marinero pero más volcado hacia el turismo, con multitud de bares y restaurantes para atender a los muchos turistas que se acercan hasta aquí.

Un poco más adelante del pueblo hay otra playa, la del Salto, cuyo acceso debe ser únicamente a pie. Aunque hay una pista de tierra no sé si está permitido recorrerla hasta el final al estar dentro de los límites de Timanfaya. No me acerqué hasta ella, así que si tenéis intención de visitarla es mejor que preguntéis en el pueblo.


El Mapa
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Lanzarote (V): La Geria

viernes, 14 de abril de 2017

La Geria (Lanzarote, España)
La Geria (Lanzarote, España)


La Geria (Lanzarote, España)
La Geria (Lanzarote, España)


La Geria (Lanzarote, España)
La Geria (Lanzarote, España)


La Geria (Lanzarote, España)
La Geria (Lanzarote, España)


La Geria (Lanzarote, España)
La Geria (Lanzarote, España)


La Geria (Lanzarote, España)
La Geria (Lanzarote, España)


Mi gusto por visitar lugares extraños no podía estar completo sin visitar La Geria. Desde la primera vez que oí hablar de este sitio, hace años, lo marqué en rojo en mi lista de "Lugares que tengo que ver antes de morirme".

La Geria es una de las escasas zonas de viñedo de las Islas Canarias y tal vez sean las viñas más exóticas de España. Con la cantidad, calidad y variedad de vinos que tenemos en España eso tiene mucho mérito. En el post anterior mencioné de pasada el origen de La Geria, como consecuencia de las erupciones de Timanfaya.

La Geria está en la parte exterior de la zona afectada. En Google Maps se puede ver de forma clara la frontera y cómo una línea de viejos conos volcánicos que va de Femés a San Bartolomé ayudó a contener el lapili y la lava. De no ser por esa barrera natural tal vez Tías y Puerto del Carmen serían muy diferentes a como las conocemos.

Poneos en la situación de los lanzaroteños de aquellos años: una cuarta parte de tu isla, aquella donde estaban las tierras más fértiles (para el estándar isleño) desaparecen bajo un manto de lava ardiente y varios metros de ceniza volcánica. Según me contaron el rey prohibió, bajo pena de muerte, la salida a los isleños pero no encontré información sobre eso en internet.

Si véis el mapa que enlazo abajo veréis que algunas zonas fértiles que escaparon a la destrucción son muy visibles y contrastan fuertemente tanto con los restos volcánicos como con el cercano Jable y otras tierras que se libraron, como Tao o Tiagua, por ejemplo.

Así que la obtención de nuevos cultivos se vuelve crítica para los isleños. Sobre todo cuando comienza el último cuarto del siglo XVIII, unos cuarenta años después del inicio de las erupciones de Timanfaya se produce una hambruna.

En este emomento los lanzaroteños ya se han dado cuenta de que las plantas que nacen en el lapili y enraízan en la tierra fértil de debajo tienen un crecimiento más favorable. Esto es porque el lapili (llamado "picón" en las islas) evita que el agua del suelo se evapore e incluso favorece la condensación de la humedad ambiental.

Así que los isleños, apenas unos miles (un siglo antes la isla tenía menos de 5000 habitantes), encontraron en estas tierras una fuente de alimento. Plantaron frutales, como las higueras, y sobre todo viñedo.

La forma de cultivo es sencilla, pero dificultosa: se trata de excavar un hoyo de unos dos metros de profundidad donde plantan la higuera o el viñedo y que luego rodean con un muro para proteger a la planta de los vientos y de la salitre que a veces viene del mar. Y luego rezan para que esa planta prospere. Y requieren muchos cuidados para poco rendimiento aunque hay higueras, como una que está en la Ruta Tremesana, que en sus tiempos dieron de comer a muchos conejeros. Según me contaron durante el paseo si las higueras dejan de podarse a los pocos años mueren.

La Geria es un entorno increíblemente delicado y cuidado con mucho trabajo y dificultad. Ni se os ocurra meteros en una geria (es así como llaman a los hoyos) para haceros una foto o tocar la planta por aquello de que es pintoresco.

Estas viñas, como podéis imaginar, tienen muy poco rendimiento y la vendimia suele ser bastante temprana. Aunque hay otras variedades la principal y más conocida es el malvasía, un vino blanco del que me gustaría poder hablar con propiedad pero soy un perfecto negado para estas cosas. A mi me gustó y os recomendaría probarlo, pero estoy lejos de poder hacerle una ficha de cata.

Para visitar La Geria lo más recomendable sería seguir la carretera que va desde Uga hasta Teguise o desviarse por la carretera que lleva a Tinguatón y Mancha Blanca. Y donde sea posible dejar el coche para adentrarse por los caminos que te llevan entre los viñedos o que te permiten subir a alguno de los viejos conos, como el del volcán de El Cuervo.

Para ver qué rutas se pueden hacer, ya que no todos los caminos tienen acceso público, os recomiendo buscaros alguna ruta en Wikiloc, como esta ruta circular que incluso sube a un volcán.

Insisto en lo que dije en el post sobre el risco de Famara y el de La Graciosa: no hay sombra, no hay agua y el camino no siempre va a ser cómodo, así que sombrero si no tenéis aguante bajo el sol, bebida en abundancia y calzado apropiado.

Si vuestro interés es también visitar algunas de las bodegas hay algunas que son visitables e incluso alguna web propone una ruta del vino por la zona con algunas recomendaciones. Si está bien, mal o regular ni idea porque no la hice. Soy más de los de caminar entre los viñedos pero lamento no haber ido a un museo que está en Masdache y que cuenta la historia del lugar de forma detallada.

El Mapa
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Lanzarote (IV): Parque Nacional de Timanfaya

domingo, 2 de abril de 2017

Timanfaya (Lanzarote, España)
Centro de Visitantes de Mancha Blanca


Timanfaya (Lanzarote, España)
Centro de Visitantes de Mancha Blanca


Timanfaya (Lanzarote, España)
Centro de Visitantes principal


Timanfaya (Lanzarote, España)
Valle del Silencio


Timanfaya (Lanzarote, España)
Ruta Tremesana


Timanfaya (Lanzarote, España)
Ruta Tremesana


Timanfaya (Lanzarote, España)
Cultivos de higueras en el lapili


Timanfaya (Lanzarote, España)
Ruta Tremesana


Timanfaya (Lanzarote, España)
Ruta Tremesana


Timanfaya (Lanzarote, España)
Ruta Tremesana


Timanfaya (Lanzarote, España)
Ruta Tremesana y mina de picón



"El día 1 de septiembre de 1730 , entre las nueve y las diez de la noche, la tierra se abrió en Timanfaya, a dos leguas de Yaiza... y una enorme montaña se levantó del seno de la tierra".
En España no estamos acostumbrados a tener grandes catástrofes naturales capaces de transformar totalmente una extensión significativa de terreno. No hay grandes volcanes, salvo el Teide, dormido desde hace siglos y ni se recuerda la última vez que un tsunami azotó nuestras costas. Tan sólo grandes temporales nos han afectado y ninguno de ellos es comparable a lo vivido en Lanzarote entre los siglos XVIII y XIX.

Con estas palabras que abren el post contaba Lorenzo Curbelo, párroco de Yaiza, lo que fue el inicio del mayor desastre natural de la historia de España. Las Canarias son una zona vulcanológicamente activa y en Timanfaya ocurrió el último gran episodio eruptivo.

Una cuarta parte de la isla, y buena parte de sus mejores tierras cultivables, desaparecieron bajo un manto de lava, ceniza y lapilis. Nueve pueblos desaparecieron y sus habitantes tuvieron que huir a otras partes de la isla y sobrevivir como pudieron, ante la prohibición inicial por parte del rey de abandonar la isla, temeroso de que esta fuese ocupada por los ingleses.

Más adelante se les permitió emigrar (y lo hicieron), pero aquellos que decidieron quedarse se enfrentaron a terribles hambrunas salvadas parcialmente con un ingenio que transformó los paisajes de la isla y aparecieron las higueras y los viñedos de La Geria y se explotaron zonas hasta entonces deshabitadas.

Andando el tiempo se fundó el Parque Nacional de Timanfaya-Montañas de Fuego, y aunque el territorio del parque se ha conservado magníficamente a lo largo de estos siglos era necesario asegurar su futuro.

El área administrada por el Parque no representa la totalidad de los campos de lava que surgieron aquellos días y aún estas partes fuera de su jurisdicción se conservan bastante bien. Y esto es así, básicamente, porque sería una locura tratar de construir o cultivar en buena parte de esta zona: toneladas y toneladas de escoria volcánica cubren esos terrenos y buena parte de ellos parecen totalmente estériles.

En el malpaís sólo algunos tímidos líquenes y algunas plantas invasoras, como la vinagrera, la aulaga o la tabaiba luchan por hacerse hueco allí donde pueden echar una raíz. En las montañas de lapili y en los islotes la vida se abre camino con más fuerza, pero siendo el clima tan árido y tan seco es un proceso extremadamente lento, a pesar de la creciente humedad que trae el cambio climático.

Visitar Timanfaya

Hay básicamente tres formas de visitar Timanfaya: en dromedario o en coche y autobús o a pie.

En dromedario tal vez es la manera más original por aquello de que en Europa no estamos acostumbrados a estos animales, pero por lo que veo no merece mucho la pena: 12 euros, 25 minutos a velocidad muy reducida y ya.

En coche es lo más normal. Consiste en llevar el coche hasta el centro de visitantes, previo pago de 9 euros por adulto y 4,5 por cada niño pequeño y una vez allí coger un autobús lanzadera que te lleva por una carretera de unos 14 kilómetros, haciendo brevísimas paradas, mientras una locución te va explicando lo que ves. Para los aficionados a la fotografía: paciencia. El bus no lleva las ventanas perfectamente limpias y además no se pueden abrir. No contéis con grandes fotos a pesar de estar en un paisaje absolutamente grandioso.

Es un trayecto bastante interesante pero que se hace corto y breve. Paras delante de algún jameo, delante de alguna zanja para ver los restos de roca derretida, como si fuera chocolate, paras delante de algún paisaje singular y de algún cono volcánico y la traca final es el Valle del Silencio, la parte más interna y espectacular del Parque. Parece como visitar un Marte gris.

Y eso es todo. El bus te deja en el centro de visitantes donde te harán demostraciones de alguna anomalía geotérmica lanzándole agua o quemando algo de paja.

Y lo que te queda es comprar souvenirs o comer, algo caro, en el restaurante El Diablo. La comida, cocinada con el calor del volcán, no es demasiado abundante pero, al menos el plato que tomé, está bastante buena. Mi única queja sería el servicio pero vamos a decir que son humanos, cometen errores y me tocó a mi ser el "olvidado" dentro de la mucha gente que había a esa hora. Donde no cometieron errores fue a la hora de cobrar, donde lo que había pedido (y no me trajeron) aparecía perfectamente facturado. Afortunadamente, tampoco cometieron errores al atender a mi reclamación y descontaron esa parte.

A pie es mi manera preferida de visitar Timanfaya. Es tal vez la más desconocida de las visitas al parque y, de muy lejos, la más interesante. Se trata de la Ruta Tremesana.

La visita no comienza en el Centro de Visitantes del restaurante, si no desde otro diferente, el Centro de Visitantes de Mancha Blanca, un pequeño edificio situado al borde de un campo de malpaís de lo más estéril que vi en Timanfaya y donde hay una pequeña exposición acerca del Parque y de su historia. Aunque no es necesario reservar con anticipación si vas en el primer turno (en mi grupo varios visitantes no aparecieron), es más que recomendable utilizar la web que ponen a tu disposición para ello. El coste es gratuito y el recorrido, de varios kilómetros, dura unas tres horas.

Si hace sol, recomiendo llevar bebida y si no estás acostumbrado a caminar bajo la solana, una gorra, sombrero o sombrilla. Y calzado cómodo. Unas zapatillas de deporte pueden valer si se anda con cuidado. Y si no hace mucho calor, no está de sobra llevarse algo de manga larga, porque la brisa es constante.

Lo primero que hay que saber es que el camino no empieza en el Centro de Visitantes. Desde ahí salen dos grupos de forma simultánea en todoterreno hasta ambos extremos de la ruta de forma que cada grupo se va en el todoterreno que trajo al otro grupo.

Una vez aparcado el todoterreno los guías te llevan por un camino del que no te puedes salir y te van explicando paso a paso todo lo que ves y responden a las preguntas de los visitantes. Es gente muy amable y muy profesional que hacen el camino muy ameno.

Por el camino verás zonas de lapili, algunos islotes (montículos que ya estaban ahí antes de la erupción y que no han sido totalmente cubiertos por lava o ceniza), alguna anomalía geotérmica y tramos de malpaís con lavas de tipo AA y pahoehoe. También podrás entrar en un jameo para ver cómo es un tubo volcánico reciente por dentro.

Mi recorrido terminó al lado de una antigua mina de picón, el lapili que los conejeros aprovecharon durante mucho tiempo para cubrir el terreno de sus fincas. De esta forma evitan que las malas hierbas las invadan, mientras aprovechan su capacidad de condensar el agua. En una zona tan árida toda ayuda es poca.

El Mapa
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