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Azores (III): Lagoa do Fogo, una laguna en el cráter de un volcán

viernes, 28 de junio de 2019

 

De Azores ya conocemos un volcán, el de Sete Cidades, que es el más grande y espectacular. Pero tal y como había mencionado, la isla es abundante en cráteres y alguno más merece la pena.

El de Lagoa do Fogo es donde se registraron algunas de las erupciones más recientes de São Miguel, allá por el siglo XVIII y uno de los más bonitos. Su situación, en el centro de la isla, más retirado de Ponta Delgada, y el hecho de que para llegar al interior hay que meterse una buena pateada lo convierten en un lugar mucho más natural y salvaje que Sete Cidades.

 

El volcán de Lagoa do Fogo es el más joven de la isla de São Miguel, y se habría formado hace unos 15000 años y su forma actual se habría fijado hace unos 5300, cuando colapsó un edificio anterior. La última erupción registrada fue poco después de la llegada de los portugueses, allá por 1563 (y que no tengo ni idea de en qué parte del cráter ocurrió porque no vi nada de nada)

Hay dos formas de llegar a Lagoa do Fogo. Una por el sur, desde la costa de Vila Franca do Campo y la otra desde el norte, desde la carretera que pasa por Caldeira Velha. Si el día está nublado os aconsejo la ruta sur, porque el mirador puede estar cubierto de niebla y desluce las vistas.


Como siempre, cuando se trata de senderismo hay que tener unas pequeñas precauciones: ropa adecuada, dependiendo del clima y calzado adecuado porque son varios kilómetros de caminata (¡y vuelta!) y en algunos tramos puedes pisar cemento cubierto de musgo. Aparte, agua y comida.

El camino sur, que es el que conozco, empieza en un aparcamiento cerca de la conocida como Fábrica da Cidade, una antigua central hidroeléctrica en ruinas que no visité, entre Praia y Água de Alto. Lo de aparcamiento es un decir. En mi caso el coche quedó en una cuneta, bien arrimado para permitir el paso de otros coches y vehículos agrícolas.

 

A partir de ahí comienza la ruta por un camino rural bastante polvoriento. Como dije en la ruta de preparación, São Miguel es mucho más agrícola que turística, así que es muy fácil encontrarse con tractores, pick ups o vacas por el camino. Hay que ser precavidos y tener en cuenta que una vaca con un ternero se puede volver un poco agresiva.

Aunque el camino en principio es suave se va a ir endureciendo progresivamente. Tampoco es que sea como subir el Teide, pero algunas cuestas es mejor tomárselas con calma. La primera parte no es demasiado bonita. Tal vez algunas vistas sobre la costa para amenizar el paseo pero poco más. Eso y el canturrear del agua que baja... en tuberías.

 

La cosa mejora con el bosque de criptomerias. La criptomeria es un tipo de árbol que procede de Extremo Oriente y que en la isla se ha plantado extensivamente para su explotación forestal. Por desgracia casi todo el bosque autóctono ha sido barrido del mapa y la criptomeria y otras invasoras ocupan su lugar. Son bosques que tienen algo de exótico, como pasearse por Endor. En algunos momentos tenía la sensación de que me iba a saltar un ewok de detrás de un helecho.

Y al final del camino ancho llegamos a la levada que comunica el cráter con las canalizaciones que llevan agua hasta las zonas pobladas del sur de la isla. Como en Madeira, la gestión del agua es un asunto capital. De hecho, el agua de la Lagoa do Fogo es una de las reservas de agua más importantes de São Miguel.


El paseo por la levada es quizás el tramo más bonito. El bosque y la vegetación de arbustos y herbáceas que rodea a la levada son realmente bonitos y te hacen sentir como en el trópico o algún lugar muy alejado de Europa. El colorido en un día soleado es soberbio. Desgraciadamente, es un tramo relativamente corto y hubiera deseado que durase algo más.

El tramo final antes de la Lagoa es la parte de cráter que se abre hacia el sur. Por aquí las coladas del volcán vertieron sus flujos magmáticos en el pasado. La antesala es una parte muy verde y con vegetación y a continuación la caldera se abre totalmente en un gran anfiteatro.

 

Y esta, amigos, es la parte más peligrosa del paseo: en época de cría está llena de gaviotas agresivas que van a marcar territorio. Durante mi paseo avanzar fue sencillo, pero volver fue un infierno de vuelos rasantes y bombas de guano. Tenedlo en cuenta antes de subir porque son bastantes. Os recomendaría ir con un paraguas por si deciden buscar el contacto físico en sus ataques, que también puede pasar. Y si podéis ir acompañados, mejor que en solitario.

La Lagoa está en la parte alta de la caldera y es una zona donde, curiosamente, apenas había gaviotas. Desde allí hay un pequeño alto que servirá de mirador y desde el que veremos buena parte de la laguna. El día que fui, soleado, la laguna tenía un color azulado muy bonito. Al frente se ve una playa por la que tal vez podréis ver a gente paseando: son los que han cogido la ruta norte, desde el mirador. O tal vez gente que vino desde el sur y tenía tiempo y humor para rodear la laguna.

 

A mano derecha un camino inicia un lento ascenso que lleva a un mirador, pero a esas alturas y con las gaviotas un poco nerviosas preferí no continuar.

El baño en la laguna está terminantemente prohibido. Además de su innegable valor ambiental ya que en toda la caldera hay especies endémicas de la isla que tienen aquí uno de sus últimos refugios, el hecho de ser una reserva de agua dulce de las más importantes de la isla hace que sean especialmente cuidadosos con ella.

En cuanto al mapa, el único punto que os vale es el primero, que es donde empieza la ruta, que por otra parte está bien señalizada. Podéis conseguir puntos para el GPS y un mapa en este enlace


El Mapa

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Azores (II): Sete Cidades: Un pueblo en el cráter de un volcán activo

martes, 11 de junio de 2019


 
Dentro de los muchos atractivos que contiene la isla de São Miguel el más conocido es el enorme cráter de Sete Cidades, que tiene un diámetro de unos 6,5 kilómetros y a su vez contiene varios cráteres menores más recientes y dos lagunas que, si las condiciones de luz son propicias, verás de diferente color: una verde y otra azul.

Un buen lugar para empezar esta ruta sería la zona de las lagunas. En las laderas de Sete Cidades se encuentran varias lagunas con su correspondiente parque forestal. Atentos al horario u os pasará como a mi teniendo que volver otro día. Las dos más conocidas son la Lagoa das Empadadas y la Lagoa do Canário.


Tanto Lagoa das Empadadas como Lagoa do Canário conducen a unos miradores fantásticos sobre la isla. El que está en la parte alta de Lagoa das Empadadas, Pico Paúl, es tal vez el menos conocido mientras que Boca do Inferno, al que se accede desde la Mata (bosque) do Canário, es la imagen por excelencia del archipiélago, con unas vistas excepcionales sobre Sete Cidades.

Si seguimos montaña arriba por la carretera que une los parques de ambas lagunas llegaremos a un desvío que nos conduce al interior del cráter. Por el momento vamos a ignorar esta carretera, pero luego bajaremos por ella. Seguiremos un poco más adelante, como medio kilómetro o así hasta llegar al mirador de Vista do Rei.


Vista do Rei es tal vez la mejor vista sobre Sete Cidades y otra de las imágenes icónicas del archipiélago. Desde aquí se ven las dos lagunas, Lagoa Verde y Lagoa Azul, de forma consecutiva. Con buenas condiciones de luz la vista tiene que ser extraordinaria. Con luz fea, lo que me tocó en suerte, la vista impresionaba. Y es más impresionante desde la azotea del hotel que está justo ahí.



Este hotel, un tremendo fiasco económico cuya historia cuentan muchos otros blogs, está abandonado y saqueado hasta tal punto que se han llevado la caja del ascensor y le han mangado hasta las moquetas. Es bastante postapocalíptico y por ello mismo fetiche de los amantes del urbex. Teóricamente está prohibido entrar en el edificio, pero nadie está ahí para impedirlo. Con cuidadito y con responsabilidad: yo casi me caigo por un agujero por no estar atento.

La carretera continúa hacia Ponta Delgada, pero si no tenéis mucho miedo a ensuciar el coche hay una ruta de tierra que rodea todo el cráter por la cima. Hay vistas sobre Sete Cidades y las diferentes calderas que contiene de todas las formas, ángulos y colores. Y senderistas y motoristas a lo largo de los casi veinte kilómetros, así que precaución. Y cortesía: en algunos puntos la pista es estrecha y habrá gente que haga lo mismo que vosotros, pero en sentido contrario.


Y al terminar de rodear Sete Cidades volvemos al cruce del que hablé antes y vamos a bajar por él. Hay un par de miradores por el camino en los que merece la pena parar, tanto por las vistas sobre Lagoa Verde y Lagoa Azul, como a la caldera que contiene la Lagoa de Santiago.

Más adelante llegaremos al puente que cruza el estrecho entre ambas lagunas. Antes de cruzarlo os recomendaría seguir por la pista de tierra que hay a la derecha. Es una pista de tierra de varios kilómetros que nos llevará al extremo norte de la Lagoa Verde. Al final del camino hay un pequeño parque (hay varios en toda la caldera de Sete cidades) muy tranquilo a donde no va nadie o casi nadie. Fue un rinconcito que me gustó especialmente, con los árboles a pie de agua y las paredes del  cráter al fondo, con mucho verde y mucha vida.


De vuelta al puente podemos terminar esta ruta en el pueblo de Sete Cidades, capital de la freguesía (parroquia). No es un pueblo especialmente bonito, pero tiene su encanto. La iglesia me pareció el edificio más destacado. Casi enfrente de la salida de la iglesia hay un pequeño bar con su restaurante que por un precio muy ajustado os ofrece comida local. Si tenéis hambre es un buen sitio para parar: el filete de atún a la plancha que comí estaba increíble y no llegó a los siete euros.

Si queréis seguir explorando hay un par de carreteras más que recorren la caldera o ver el mirador desde la orilla opuesta de la Lagoa Verde, donde hay un túnel de desagüe. Por desgracia, me enteré demasiado tarde de su existencia. Este túnel sirve para que en caso de aumentar el nivel de las aguas de las lagunas el exceso de agua pueda aliviarse al exterior de la caldera, evitando inundaciones en el pueblo y en los terrenos más cercanos al agua.


Como todo lugar mágico, Sete Cidades tiene leyendas que explican su origen. Algunas bastante pintorescas, como la del obispo portugués que huyendo de la invasión árabe de la península habría llegado a este lugar. O la princesa que habiéndose enamorad de un pastor llenó con sus lágrimas las lagunas.

Sin embargo la realidad, esta vez menos poética que la leyenda, habla de una isla volcánica que nace en las cercanías del encuentro entre las placas africana, americana y europea. Tal como mencioné en el artículo de preparación, dependiendo de en qué isla estás estarás en un continente o en otro. En el caso de São Miguel, estás en Europa

El Mapa
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