El Rocío (Huelva, Andalucía): Mucho más que una Romería

domingo, 9 de junio de 2019


 

El objetivo de este blog siempre ha sido el de hablar de sitios poco conocidos que me parecen interesantes y salvo algunas excepciones, como Montpellier, así ha sido.

Y en este post vamos a hablar de un sitio bastante particular. Particular porque en España todos hemos oído hablar de él pero en realidad casi todo el que lo visita por primera vez se lleva una sorpresa. Y es que El Rocío, en Huelva, es uno de los grandes "conocidos desconocidos" del país.

La idea que tenemos en mente es la de esa marea humana que llena con casi un millón de almas un pueblo de apenas 1500 habitantes. Muchos de ellos hacen el camino a pie o a caballo, cruzando el Parque Nacional de Doñana, lo que causa un serio impacto en un área especialmente sensible. Aunque el mayor de los impactos procede del uso indiscriminado de vehículos a motor, si bien en los últimos años se está poniendo coto a esta práctica.

 

La aldea de El Rocío es un tanto inclasificable. Cuando uno lo visita no sabe muy bien qué está viendo. Es como una especie de pueblo del Far West, pero con jinetes andaluces a caballo y con una copa de vino. A veces no se sabe si se está viendo un parque temático, un pueblo o un decorado de cine. Es como una mezcla de muchas cosas pero que tiene una personalidad propia y que va mucho más allá de la suma de esas referencias.

Empecemos por decir que es un pueblo sin calles asfaltadas. Posiblemente el más grande de España en estas condiciones, superando a los que vi en Canarias. Y debe ser el único pueblo de España pensado para andar a caballo. En El Rocío apenas hay señales de tráfico. No hay semáforos. Y casi no hay sitios donde esté prohibido aparcar, si bien en la plaza principal hay una zona de párking de pago, a beneficio de una asociación de discapacitados.

 

Por tanto conducir por allí parece la ley de la selva a primera vista, con adelantamientos desde cualquier ángulo y trayectorias imposibles en cualquier otra calle de España. Y sin embargo es un placer conducir por allí: la cortesía de los conductores, unida a la baja velocidad a la que hay que circular para no levantar demasiado polvo o patinar, hace que sea una experiencia única.

Como dije antes, El Rocío está pensado para los caballos. Delante de cada edificio hay amarraderos para ellos y tienen prioridad absoluta en la circulación. Es fácil ver a gente a caballo o en calesa.

 

También llama la atención la cantidad de edificios que parecen capillas, con su campanario y su torre y el nombre de un pueblo bien visible en la fachada. Bueno, pues en realidad no son capillas. Son las casas de las hermandades rocieras. La más importante de ellas es la Hermandad de Almonte, municipio al que pertenece El Rocío, ya que son ellos los encargados de la organización de la Romería.

Presidiendo el pueblo se encuentra el Santuario de El Rocío, blanquísimo, y rodeado por una amplísima plaza que los romeros abarrotarán el lunes de Pentecostés. Dentro se encuentra la Virgen de la Blanca Paloma. Tras el Salto de la Reja llevarán la imagen en procesión pasando por las diferentes hermandades.

 

Todo este fervor tiene su origen en el hallazgo de una imagen mariana en un árbol allá por el siglo XVI. La Hermandad de Almonte ya está documentada a mediados del siglo XVII. Durante los siglos siguientes las poblaciones cercanas fueron fundando sus hermandades y a partir del siglo XX es cuando se produce la explosión numérica, tal vez por la difusión de los medios de comunicación. De hecho, la mayoría de estas hermandades se han fundado tras el fin de la Dictadura.

Según la leyenda ese árbol estaría donde se encuentra hoy el Monumento Natural de los Acebuches. Allí varios de estos árboles, antecesores de los olivos, contemplan desde hace siglos la aldea. El más antiguo de ellos, El Abuelo, tiene una edad estimada de unos 600 años.

 

Pero El Rocío no es sólo su Romería, su santuario y sus calles. Justo al lado de Los Acebuches está la llamada Madre de las Marismas o Charco de la Boca. El Parque Nacional de Doñana empieza aquí. Si tenéis la suerte de visitar la aldea en una época en la que tiene agua veréis un espectáculo difícilmente igualable de aves lacustres. Si os gusta la fotografía llevad un trípode y un teleobjetivo. Es apuntar y disparar. La naturaleza hace el resto.

Y si deseáis saber más sobre Doñana, nada más salir de la aldea en dirección a las playas de Punta Umbría, está el Palacio del Acebrón, uno de los centros de visitantes del Parque Nacional de Doñana. Además de los paneles informativos en el interior hay una exposición que cuenta cómo se explotaban las marismas y cómo vivían aquellos que se ganaban la vida por allí. Era una existencia dura, de mucho sacrificio, pero en buena parte gracias al tipo de explotación que se hacía y a la propia mentalidad de aquella gente hoy disfrutamos de Doñana.


Una cosa sorprendente de El Rocío es su hostelería. La comida no es cara y en pleno verano y fuera de la época de romerías te puedes alojar por un precio más que razonable en alguna de sus fondas. En mi caso fui a La Fonda del Rocío y disponía de habitaciones bastante amplias y cómodas y el personal era muy amable. Si estáis pensando en ir a las playas de Punta Umbría puede ser una buena alternativa para alojarse, aunque haya que hacer unos cuantos kilómetros.

El Mapa
Rutas relacionadas 

0 comments

Publicar un comentario