Ledesma (Salamanca, Castilla y León): Un castillo sobre el Tormes

viernes, 7 de junio de 2019

 

El caso de Ledesma es un poco el de Atienza. Lugares de gran historia, con mucho patrimonio pero hoy en día prácticamente desconocidas para el gran público. Al igual que Atienza, incluso es origen de un apellido relativamente común en España.

Ledesma se encuentra en una comarca cuyos suelos son pobres y por ello la agricultura nunca pasó de una actividad menor, siendo la cría del ganado, que pasta entre encinares, el principal producto de la zona.

Ledesma es, sin embargo, una zona con una belleza particular, como de una España olvidada de dehesas y campos apenas explotados, de naturaleza todavía predominante y donde el ser humano no deja de ser un invitado.

 

El Tormes, uno de los ríos más famosos de España gracias al célebre Lazarillo y a su paso por Alba de Tormes, capital del ducado más importante de España, cruza Ledesma en un tramo especialmente bonito. El río va encajonado en un pequeño cañón que corta la llanura, jalonada de rocas, pasando por la ciudad tranquilamente. Desde las murallas se ve como el agua pasa por debajo de los puentes, uno medieval, otro más moderno, del siglo XX.

Las rocas son omnipresentes y son la causa de la pobreza de la agricultura. Y a pesar de ello la comarca ha estado habitada desde antiguo. Se supone que Ledesma fue fundada como un castro y tuvo cierta importancia dentro de la Hispania romana.

La Caída del Imperio la convirtió en zona de frontera entre visigodos y suevos y prosperó con los musulmanes hasta que a mediados del siglo X cayó por primera vez en manos cristianas. La Reconquista aquí no terminaría hasta 1161, con la conquista definitiva.

 

Tras esto se funda la Comunidad de Villa y Tierra de Ledesma y obtiene fuero del rey Fernando II de León. Situada cerca de Portugal, Ledesma se benefició del comercio, al ser un cruce de caminos, y de la lejanía de los centros de poder, con lo que las intrigas y peleas internas del reino no la afectaron significativamente. Siendo además villa de realengo tuvo una cierta autonomía que le permitió defender mejor sus intereses. Esta pujanza atrajo a mucha gente, incluyendo a familias importantes que van a dejar testimonio de su paso por la villa en sus casas, palacios e iglesias.

De esta época es también el Castillo de Ledesma, hoy restaurado, y que se encuentra próximo al centro. Sus cimientos se construyeron sobre una losa de granito y aunque sus muros no son de grandes dimensiones transmite sensación de fortaleza. En tiempos fue mucho más grande ya que buena parte del recinto se ha perdido, incluyendo su muralla, torreones y algún edificio ya desaparecido.

 

La decadencia de Ledesma se inicia con el declive del Imperio Español. La voracidad de la hacienda real para sufragar sus guerras y las continuas levas tienen un fuerte impacto sobre la Villa. También tendría impacto la Guerra de la Independencia. Al estar en el camino a Portugal, y al igual que Ciudad Rodrigo, Ledesma fue ocupada por las tropas napoleónicas.

Durante las Desamortizaciones muchas de las propiedades de la villa acabaron en manos de la incipiente burguesía, que sería la casta dominante hasta finales del siglo XX. A nivel de patrimonio histórico fue un desastre: numerosos edificios eclesiásticos fueron demolidos, vendidos o cayeron en la ruina y muchas de las obras de arte y objetos que allí se encontraron desaparecieron.

 

La definitiva puntilla para Ledesma ocurrió durante el franquismo, cuando las dificultades para ganarse la vida en la villa y las necesidades de personal en otros lugares motivaron un éxodo de la población en busca de mejores ocupaciones en Madrid, Barcelona y otros lugares. Ledesma perdió su estatus de cabecera de partido judicial.

En la actualidad la ganadería y el turismo son dos de las mayores fuentes de ingresos de la Villa. La cercanía a Salamanca ayuda a que parte de la población trabaje en la capital provincial sin por ello dejar de residir en su localidad de origen.

 

Ledesma es hoy una villa tranquila. El tiempo parece haberse detenido aquí y el paseo entre sus calles se hace sin agobios ni aglomeraciones. En ese sentido es agradable recorrer los diferentes itinerarios que recorren Ledesma, sin prisas para ver los edificios y sin gente que impida hacer fotos. Las varias casas señoriales disponen de una pequeña plaquita que habla de las familias que las fundaron y del poder que tuvieron.

Este poder se refleja también en sus iglesias, como la de Santa María la Mayor, cuyo campanario tiene la peculiaridad de estar levantada sobre una calle, que cruza el edificio al tiempo que permite la entrada al templo

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