Marvão (Alentejo, Portugal): la fortaleza inexpugnable

lunes, 29 de abril de 2019



Ibn Marwan, "el Gallego", fue un poderoso señor del Emirato de Córdoba originario de Mérida. Dedicó su vida a crearse su propio emirato y, de hecho, consiguió la independencia de facto con respecto a Córdoba. Su estado se extendía por el sudoeste peninsular, desde Extremadura hasta el Algarve. Este territorio estuvo fuera del control Omeya hasta la creación del Califato.

 

Durante una de las muchas peripecias que tuvo Ibn Marwan acabó fundando Badajoz, siguiendo una especie de destierro que tenía más pinta de premio que otra cosa, porque la construcción de la ciudad fue en parte pagada por el Emir y estaba situada justo donde más le interesaba.

Pero Badajoz no fue el único de los asentamientos que fundó Ibn Marwan. Hay uno que lleva el nombre de su fundador, Marvão, y queda un poco más al norte, cerca de Alburquerque. En realidad ya lo había visitado antes, pero por aquella época no dedicaba demasiado tiempo a los sitios y me centraba más en las rutas.


Y es una pena, porque Marvão lo merece. El pueblo es conocido por su castillo, situado en lo alto de una pequeña montaña desde la que domina la frontera entre España y Portugal. Su silueta, igual que pasa con el de Atienza, es bastante característica e impresiona un poco para aquellos que vienen desde España. Para ellos Marvão cabalga una inmensa roca que sobresale sobre un mar boscoso. La sensación de protección y poderío que debieron tener los señores del castillo sólo podemos intuirla, pero Marvão tenía fama de fortaleza inexpugnable.

 

Desde la carretera de Castelo de Vide (muy característica, con sus árboles pintados con una franja blanca que mejore su visibilidad nocturna) no impresionan tanto pero aparece como una atalaya privilegiada, reposando sobre una montaña de cumbre plana.

Hay varios aparcamientos, pero recomiendo dejar el coche fuera de las murallas, donde empieza la ruta que os pongo en el mapa. Os evitaréis problemas y posiblemente restricciones de tráfico. Creo recordar que cuando fui la última vez no se permitía el acceso de vehículos pero no sé si era algo temporal por festivales o algo permanente.

En cualquier caso, una vez que se entra en Marvão se debe subir por las calles adoquinadas de la villa. Es un paseo agradable, pero si hace calor y se sube a pie se puede hacer un poquito cuesta arriba.Con calma, que nadie os mete prisa.


Antes de entrar en el castillo hay varios jardines cuidados con el habitual mimo que los portugueses dedican a sus zonas verdes. Desde allí hay buenas vistas, aunque no son comparables con las que hay desde la fortaleza, como si fuesen una pequeña introducción de las que estamos por disfrutar.

El acceso al castillo se hace a través de una amplia calle adoquinada que te lleva a la puerta y te introduce en el primer recinto. Amplio, despejado, en tiempos de guerra podía dar cobijo a una buena guarnición y a los habitantes del pueblo.


Pasada la puerta del recinto interior la amplitud se termina y los caminos se vuelven estrechos. Dentro del recinto hay varios patios, algunos de los cuales se utilizan en verano para la realización de conciertos y otros actos al aire libre.

Las mejores vistas son desde la torre del homenaje. Desde ahí dominas hasta las montañas que hacen las veces de frontera con España y hasta mucho más allá de la cercana Castelo de Vide. Hacia el pueblo se ve el comienzo de las casas tras su iglesia.



Y para el final una pequeña sorpresa. Marvão tiene dos aljibes. Uno de tamaño mediano y otro enorme. Tan grande que hoy en día se utiliza como sala de exposiciones y conciertos. Para llegar a los aljibes los caminos están señalados, pero sin demasiada visibilidad. Si veis acanaladuras en el suelo podéis seguirlas porque se utilizaban para llenar las cisternas. Con un poco de suerte los encontraréis iluminados y podréis ver como son. Si no la tenéis, una ténue penumbra y la linterna del móvil os podrán dar una pista de sus dimensiones.

El mapa
Ruta combinada
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