Paço Nacional de Sintra
Paços do Concelho
Casona
Quinta en Sintra
Quinta da Regaleira
Castelo dos Mouros
Azenhas do Mar
Paço em Cascais Hoy vamos a darnos una pequeña vuelta por el glamouroso mundo de la Jet Set. No vamos a ir a Marbella ni tampoco a Montecarlo, sino a la ya menos popular (pero infinitamente más bella e interesante) región de Sintra y Cascais.
Nuestro viaje comienza nuevamente en la lisboeta estación de Sete Rios, (Jardim Zoológico si vais en metro hasta ella). Para hacer el recorrido se puede coger un billete combinado y que tal vez no compense dependiendo del recorrido que pretendamos hacer o tal vez si, y mucho, ya que nos permite viajes ilimitados dentro del mismo día en parte de las redes de la compañía portuguesa de ferrocarriles (CP) y la compañía de autobuses que realiza el transporte urbano en Sintra (y no sé si en Cascais), y que si no recuerdo mal se llamaba Scotturb (o algo por el estilo).
Dejamos el tren en la estación de Sintra (terminal) y en la misma estación hay una oficina de turismo (que pronto colapsarán los viajeros) y podemos visitar brevemente el centro histórico (para localizarlo, seguir a los que salieron de la oficina de turismo con un mapa), tras pasar por delante de los Paços do concelho. Realmente tampoco tiene mucha pérdida, ya que está a los pies de un imponente palacio con dos chimeneas en forma de cono y con un tamaño ciertamente imponente. Es el Paço Nacional de Sintra.
Sintra es un pueblo bastante pequeño que se sitúa en la ladera de una montaña, dónde las clases acaudaladas del pasado construyeron bastantes parques y mansiones de pintoresca arquitectura cuya estética (rozando la horterada en muchos casos) estaba más pensada para aparentar que para agradar al ojo. El conjunto, sin embargo, resulta bastante agradable con todas esas casonas emergiendo de entre los árboles.
Callejear por Sintra no nos llevará mucho tiempo, ya que es un pueblo bastante pequeño, y podemos aprovechar para degustar el postre típico de la zona: la queijada, que se vende en numerosos locales.
Además del callejeo por la ciudad, hay otras muchas cosas interesantes para ver, como alguno de los palacetes, o el estupendo conjunto de la Quinta da Regaleira (ver el enlace relacionado del final de este artículo)
También merece la pena es empezar a sacar partido de nuestro carísimo billete combinado y tomar un autobús (línea 434) que nos lleve al Castelo dos Mouros y al Palacio da Pena. Para entrar en ambos hay que pagar una entrada.
El castelo fue originalmente construido por los musulmanes durante el período de la Reconquista y más adelante ocupado y utilizado por los cristianos, con los que se inició su decadencia. Esta sería completa con la expulsión de los judíos ya que en aquel momento eran los únicos habitantes del castillo. Algunos siglos después el rey consorte Fernando II decidió recuperarlo, convirtiéndose en una atracción turística.
El palacio da Pena por su parte está considerado como una de las joyas del romántico portugués y fue construido en el siglo XIX por el antedicho Fernando II, que lo convirtió en residencia veraniega de la realeza lusa sobre las ruinas de un convento de los jerónimos que había sido devastado por el gran terremoto de Lisboa del siglo XVIII.
Hora de comer. Aunque en Sintra hay numerosos restaurantes y un par de bares, yo me decantaría por uno de los más económicos (los normales sablean con bastante alegría al incauto y hambriento turista), el Xentra, que por las noches se transforma en Pub. La decoración interior es sobria y elegante, y por un precio razonable nos ofrecen un interesante menú consistente en una bebida, pan, sopa, un plato a elegir entre un par de alternativas (en mi caso fueron un entrecot de cerdo o una rodaja de salmón grelhado) y un postre. Creedme: son muy generosos a la hora de rellenar el plato y la comida es un auténtico manjar, aunque les falte algo de variedad.
Volvemos a la estación de ferrocarril de Sintra para coger el autobús. Podemos visitar la zona costera yendo hasta Azenhas do Mar, que está unido a Sintra por un tranvía que debe funcionar sólo los meses de verano, o hacer como yo y coger el bus hasta Cascais parando en el Cabo de Roca, el punto más occidental de la Europa continental.
Advertencia: a la hora de subiros a la línea de Cascais (la 403) mejor ir dopado de biodraminas. El conductor que me tocó en suerte estaba pirado (y soy muy amable diciendo esto) y la carretera tiene tantas curvas como una pista minera. En algún tramo pude ver claramente escenas de mi vida pasando ante mis ojos, como en uno muy estrecho, con muros a cada lado, pendiente pronunciada, bajando a toda marcha y viendo una furgoneta viniendo hacia nosotros cuando ya suponía que era un tramo de dirección única... encima el bus llegó con retraso y no paramos en ningún lugar fuera de las escasas paradas, con lo cual avisados quedais.
En mi caso el Cabo de Roca quedó descartado porque cuando pasamos por allí ya era de noche, y esperar una hora y veinte minutos por el siguiente autobús intuyendo el acantilado por el sonido no parecía el mejor plan del mundo. Ya había ido hace muchos años y tengo un vago recuerdo de unos acantilados escarpados y de un viento que soplaba continuamente.
Al llegar a Cascais podemos callejear nuevamente por sus rúas atiborradas de comercios y restaurantes, cuyos camareros, perfectamente uniformados, asaltan al turista carta en mano tratando de atraerlos hacia sus locales. Personalmente, me parece mucho más interesante irme hasta el puerto y visitar alguno de sus palacetes.
Porque Cascais fue residencia de reyes en el exilio, como Humberto II de Italia o la Familia Real española, que se asentó en la vecina Estoril (perteneciente al municipio de Cascais). Podemos trazar un pequeño recorrido hasta el impresionante cantil de Boca do Inferno. Para ello debemos ponernos en el pequeño puerto y dirigirnos hacia la muralla que veremos a la derecha (si estamos orientados al mar), pasarla y seguir siempre a la derecha hasta que encontremos un restaurante con el nombre del acantilado. En este camino es donde veremos un primer palacio (precioso), la residencia del exiliado monarca italiano y algunas con una bonita arquitectura.
Boca do Inferno es espectacular hasta en la oscuridad. La escasa luz que llega de la iluminación urbana da para que adivinemos su poder, y hasta veamos alguna columna blanca de espuma que se genera al chocar alguna ola contra las rocas y que impresiona por su magnitud.
De vuelta a Cascais podemos coger un tren que nos lleve de vuelta a Lisboa, utilizando la que es la vía férrea más veterana del país, ya que fue la primera en ser inaugurada, hasta la terminal de Cais do Sodré, dónde podremos enlazar con el metro o coger algún bus o eléctrico (tranvía) que nos lleve de vuelta a nuestro hotel o pensión.
El mapa
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1 comment
Hola Contremo,
22 de junio de 2010, 11:25Qué grande tu descripción del viaje a Sintra y Cascais. ¡Muy buena! Una pena que no llegaste al Cabo da Roca. En un día de verano, es maravilloso, y además al atardecer.
La buena noticia es que, para volver allí y visitar el Cabo da Roca, solo tienes que pedir un deseo al sol de Estoril en Facebook.
visita www.lapuestadesoldeeuropa.com y buena suerte.
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